Dado que estamos en plenas fiestas navideñas y que lo que se nos viene encima es la cuesta de enero, ustedes han podido pensar que yo he podido considerar el escribir una serie sobre películas divertidas, alegres... animadas, vaya. Pero no va exactamente en ese sentido esta nueva serie que iniciamos hoy, sino en el de animación, las películas de dibujos de toda la vida, vamos.
Y es que se trata de un género que ha ido creciendo con los años y que ha producido auténticas joyas no ya de la animación, sino del cine en general. Por supuesto, no sólo con ilustraciones, pero en esta ocasión nos vamos a centrar en ello.
He elegido para comenzar al artífice de la gran mayoría de películas de este tipo que llenaron mi infancia. Bueno, y el resto de mi vida, porque me reencontré con Disney en “La sirenita”, cuando tenía 18 años, y me encantaron sus películas posteriores diría que hasta “Fantasía 2000”. Después me pasé a Pixar irremediablemente. Claro que Pixar pasó a Disney, así que es como si nunca lo hubiera abandonado.
No es que Walt Disney inventara la animación, por supuesto que no. Él comenzaría a trabajar en 1923 y el inicio de la animación se dibuja en 1895. Y es que su origen está en la historieta que toma su forma actual en ese año y se desarrolla con el crecimiento de la difusión de los periódicos, su primer medio. Su estructura secuencial, en viñetas que se suceden una a una, ya le dan esa impronta de movimiento. Parecía lógico que, una vez arrancado el desarrollo del cine, a estas tiras se les aplicase la nueva técnica, estaban hechas para ella.
Pero incluso, antes de esta evolución paralela, habrá inventos que pondrán dibujos en movimiento. Emile Reynaud creó en 1877 el “praxinoscopio” que ya proyectaba imágenes dibujadas con movimientos no cíclicos. Y ahí reside la gracia, en ese tipo de dinamismo.
Partiendo del descubrimiento del “stop motion”, que es una técnica que consiste en fotografiar objetos a los que se ha alterado ligeramente en cada fotograma y, al pasarlos juntos, da la sensación de que se mueven, lo que ya comprobamos en Georges Méliès o Segundo de Chomón (en la serie “Cuatro películas... muy cortas”), el dibujo también se apuntó.
En Estados Unidos, el británico James Stuart Blackton es considerado el padre de la animación gracias a su película de 1906 “Humorous phases of funny faces” https://www.youtube.com/watch?v=wGh6maN4l2I donde de una manera no ya experimental, como ocurrió en su anterior trabajo “The enchanted drawing” https://www.youtube.com/watch?v=pe7HSnZotbU , unos dibujos hechos a tiza van cambiando. Les pongo los enlaces por si les apetece verlos.
En 1908, siguiendo esta estela, Emile Cohl estrena en París “Fantasmagorie”, la que se ha etiquetado como la primera película de dibujos animados. https://www.youtube.com/watch?v=o1d28X0lkJ4
Luego vino, en 1914, la estupenda “Gertie, el dinosaurio”, realizada por Winsor McCay, enorme influencia para Disney, primera vez que se dota a un dibujo animado de personalidad. https://www.youtube.com/watch?v=-_c15oS5i5I
El gran éxito llegó con el personaje del gato Félix, de Otto Messmer, producido por la Paramount Pictures. Le siguieron en avalancha Betty Boop o el mismísimo Popeye.
Y es en medio de toda esta revolución donde Walt Disney, que estudió en la escuela nocturna arte y fotografía, junto a su más leal colaborador, Ub Iwerks, llegan a Hollywood en 1923 y comienzan a distribuir sus dibujos. Gracias a “Alicia en el País de las Maravillas”, la productora Margaret Winkler se interesó en su trabajo y les empezó a pasar encargos. Se unió su hermano Roy Disney y entre todos fundaron la que llegaría a ser la Disney Company.
Les cuento toda esta historia para entender cómo “Fantasía”, que es la película elegida para abrir esta serie, pudo llegar a ser posible. Ya ven qué enorme creatividad se desarrolló en este apartado del cine. Y en él, Walt Disney, que en palabras de su sobrino Roy, “tuvo como mayor habilidad disfrutar con el riesgo e imprimir a una creación colectiva su marca como autor”, resultó todo un visionario. Este film es un claro ejemplo.
Fue estrenada en 1940, poco después de “Blancanieves”, la primera película “de dibujos” sonora y en color, y a la vez que Pinocho. No tuvo mucho éxito, sobre todo porque no se entendió. Sin embargo, a partir de los ’60, con el desarrollo de la psicodelia, comenzó a convertirse en una película de culto.
Les cuento mi experiencia personal: la vi en el cine, en algún reestreno. Yo era jovencita, ya no una niña propiamente, lo que les señalo porque la sala estaba repleta de padres con sus pequeñines, claro, a ver una “peli” de Disney. Al rato estábamos todos confusos. Apenas había diálogos y sí mucha música clásica. Comenzó entonces una desbandada. Muchos se fueron, y resulta comprensible, quizás no se creó para niños muy pequeños, pero los que nos quedamos disfrutamos de una experiencia increíble.
A mí siempre me ha recordado a un ejercicio que hacíamos con doña Isidra, una maestra de las que dejan huella. Nos ponía música, clásica también, y nos animaba a que dibujáramos en un papel aquello que nos inspirara. El resultado era curioso, a la vez que muy gratificante. Pues eso es “Fantasía”. Un experimento de imagen y sonido, con una imaginación absolutamente abierta a esa inspiración. La música clásica no es aburrida, ni tiene porqué implicar encorsetamiento.
Leopold Stokowski dirigió a la Orquesta de Filadelfia en ocho piezas que son un ejemplo de la evolución musical: “Tocata y fuga en Re menor” de Bach, cuyas ilustraciones consisten en formas y colores, tal y como les decía que hacía en el colegio; Suite del Ballet “Cascanueces” de Tchaikovsky, de la que mi favorita es la danza árabe, en la que se desarrolla un ballet de peces de una delicadeza maravillosa; “El aprendiz de brujo”, de Paul Dukas, la más que famosa imagen de Mickey con su gorro de estrellas; “La consagración de la primavera”, de Stravinsky, que sirve para narrar el nacimiento de la vida en la Tierra; la 6ª Sinfonía de Beethoven (Pastoral), con la que visitamos el Olimpo; “La danza de las horas”, ballet de la ópera “Gioconda” de Amilcare Ponchielli, bailada por sorprendentemente etéreos elefantes, hipopótamos, avestruces y cocodrilos; y “Noche en el Monte Pelado” de Moussorgsky, que se une al “Ave María” de Schubert para contarnos una escena de noche, oscuridad y demonios frente a un amanecer luminoso y divino.
Una película, en definitiva, para todos los públicos: si es usted adulto y le gusta la música clásica, le encantará; si no le gusta tanto este tipo de música, pruebe a ver qué opina tras verla; si tiene hijos, es una forma estupenda de iniciarlos en estos maravillosos sonidos, y no sabría recomendarle a partir de qué edad, póngala y a ver qué pasa. Y si el resultado es positivo, que sepa que existe una segunda parte, “Fantasía 2000”, de la que sobre todo recuerdo “Rhapsody in blue” de Gershwin.