jueves, 8 de mayo

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Barricada Cultural

 

Los misteriosos vasos de cerveza

por Ignacio Gracia

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Transcribo una experiencia ajena con reflexión propia, que aconteció al gran artista gráfico que firma como “Barry” hace unos días en esta ciudad. Se quejaba –poco y con clase- de varias cosas a la vez. En general del concierto de Rosendo en Ciudad Real y en particular del servicio de barra del evento. Sobre el celo del artista aquella noche no opino, puesto que me gana el corazón nostálgico y analógico un tipo para el que chatear es tomar vinos, por raro que parezca para algunos.

Sin embargo, quiero destacar la inclusión en el evento de la máxima modernidad, el vaso de cerveza del futuro, origen de la queja. Este elemento cuenta en su fondo con un imán, y la idea es que se llena con un grifo especial de forma que se introduce la cerveza desde abajo levantando el imán con el tubo del líquido. La gran ventaja es que al no hacer espuma, se puede cargar un litro de cerveza prácticamente en dos segundos, y al levantarlo actúa el imán y hace el sello perfecto. Reutilizable las veces que aguante tu hígado. El Winchester 73 del gremio del lúpulo. Imagínense el invento funcionando a pleno rendimiento en un concierto…si lo hubiésemos tenido hace unos siglos todavía seríamos un imperio, qué fatalidad. Incluso lleva personalizado el imán con el evento, lo que te permite si quieres, conservar el recuerdo para fardar de nevera chula por ejemplo. Por el módico precio de un euro, que es lo que cuesta el vaso si no decides devolverlo después de usarlo. En principio todo perfecto, el viejo truco de recargar los mosquetes más rápido que el enemigo de los veteranos de los Tercios, o la pericia de los artilleros ingleses –seamos honestos- que hacían lo mismo cargando los cañones en la mitad de tiempo que los españoles, generalmente reclutados en burdeles. La profesionalidad es siempre la razón de la superioridad, mal que les pese a los políticos.

Pero el problema es doble. Por una parte, que no contaron con los usuarios ni los organizadores, acostumbrados como borregos a hacer colas. Lo que debería ser una ametralladora humeante de líquido glacial, funcionaba al ritmo pausado del camarero de toda la vida; porque primero había que hacer cola para comprar el invento del vaso, y luego ir al otro extremo del recinto para la cola para comprar un ticket, que te permitirá hacer otra cola, para que te llenen tu vaso recién quitado el plástico protector. Es como el chiste de dejar el bote de pintura fijo y regresar cada vez desde más lejos para pintar las líneas de las carreteras, pero bueno. Lo que ocurre es que el humorista gráfico tiene la vis artística que la derrama, y le gusta personalizar con su arte las cosas que compra: vamos, que marcó el vaso. Y he aquí que la segunda vez que va a llenar el cacharro se da cuenta de que el que le devuelven no era el suyo –aprovechen para disfrutar sus dibujos del almanaque, que los de los vasos se los quitan de las manos-. Esto genera una desazón para el pulcro Barry, que piensa no sólo en el desconocido propietario del vaso que sostiene; sino en lo que le supone como falta de higiene al receptor del suyo. Llama al responsable y no le dan solución, ni siquiera tienen hojas de reclamaciones (esto es ilegal), argumentando que puede ejercer su derecho de queja a través de la web del evento. Paciente, al regresar a casa, comprueba con sorpresa que la web ya no está activa porque está asociada temporalmente al evento.

A Barry se le pasó el enfado y lo comenta como anécdota, pero a un científico amante de la ciencia ficción como yo este hecho causa un desasosiego especial. Estoy acostumbrado a establecer conexiones, descubrir los patrones que sistemáticamente repite la naturaleza, pautas que en algún momento serán leyes físicas, quizás. Y el caso es que me parecía que ese nuevo vaso podía ser el reflejo del invento estrella de un supremo hacedor, después de probar con muchos otros contenedores para rellenar con un alma a su imagen y semejanza. Que el invento del vaso es la réplica cervezil de la propagación del hombre renovando almas en contenedores cada vez más guapos –reencarnación incluida si nos queremos complicar- hasta que algún día colonicemos las estrellas y veamos las puertas de Tanhauser. Todo perfecto salvo el detalle de mi amigo Barry. Mi desazón científica plantea que lo mismo puede pasar en el proceso de llenado con alma de los humanos. ¿Qué pasa si nos empezamos a equivocar, si se empiezan a equivocar? ¿Creen seriamente que es imposible que eso pase, si hasta sucede en un concierto? Y si empezamos a confundir los vasos, ¿la confusión es entre los vasos nuevos o los mezclamos con los de las especies viejas? Total, la cosa se apaña como sea, y esto que era serpiente lo meto en el primer tronco que pillo con cara de mala leche. No sé, igual me estoy rayando mucho, como dicen los jóvenes. No sé, no sé. Pero igual viendo el panorama que tenemos en la actualidad quizás sea la razón oculta de algunos de los comportamientos que vemos a diario en la tele. Y que a lo mejor el hecho de tatuarse no es mala idea a la hora de no equivocar la próxima reencarnación o viaje del alma. Ahí os lo dejo…