jueves, 15 de mayo

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Barricada Cultural

 

Cuatro películas... Hazañas bélicas (III)

por Alicia Noci Pérez

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Vamos esta semana con una de las acciones de la Segunda Guerra Mundial que resultaría decisiva en la victoria del conflicto, a pesar de que se produjo muy al principio, entre julio y octubre del año 1940: la Batalla de Inglaterra.

Para ello traemos la película de título homónimo dirigida en 1969 por Guy Hamilton y protagonizada, como solía ocurrir en filmes bélicos de la época, por un gran número de los mejores actores del momento. En este caso, un inmejorable listado de actores británicos y alemanes entre los que podemos destacar a Lawrence Olivier, Michael Caine, Christopher Plummer, Curd Jürgens, Ian McShane, Trevor Howard, Susannah York o Robert Shaw.

Es una película subjetivamente inglesa, en la que los nazis, especialmente Göring, el que fuera comandante en jefe de la Luftwaffe, las fuerzas aéreas alemanas, no salen demasiado bien considerados, pero también es cierto que los acontecimientos demostraron una capacidad de resistencia por parte de toda la población británica digna de admiración y que, como decía antes, resultaría decisiva en la victoria aliada por dos motivos fundamentales: creo que no hago un spoiler si les digo que Hitler desistió de la invasión de las Islas, lo que dejó por un lado un frente abierto, que supondría un enorme desgaste al abrir por otro el frente ruso; y, además, serían la plataforma desde la que se iniciaría el Desembarco de Normandía. Cierto orgullo parece lógico ¿no creen?

En sus algo más de dos horas de metraje creo que se condensan con claridad los diferentes aspectos y fases que tuvo esta batalla. Todo comienza con la desastrosa derrota sufrida por las tropas británicas en Dunkerque. Hitler, en ese sistema de guerra relámpago que decidió practicar, había invadido Europa y le faltaba Gran Bretaña. Se inició así la Operación León Marino, por la que se llevaría a cabo una invasión por mar y por aire. Pero lo primero era deshacerse de la Royal Air Force (RAF para los amigos) y la Royal Navy. Comenzaron con los bombardeos de buques en el Canal de la Mancha que la RAF intentó repeler, lo que ya suponía pérdida de vidas y de aparatos. Al mismo tiempo, decidieron bombardear los aeródromos británicos. En la película vemos varias escenas, espectaculares porque las explosiones y los daños eran muy considerables.

La respuesta de la RAF fue la de ser inasequibles al desaliento. Con pocos aviones, con pocos pilotos, a los nuevos se les ponía en vuelo con apenas unas horas de práctica, bombardeados, derribados una y otra vez, volvían a despegar casi sin tregua. Contaban, eso sí, con la ventaja de estar en casa, de poder repostar rápidamente y, si tenían que lanzarse en paracaídas, aterrizaban en suelo amigo, con lo que volvían a estar disponibles inmediatamente. Los alemanes debían realizar los viajes de ida y vuelta al campo de batalla, lo que les permitía menos tiempo de autonomía en vuelo.

También les ayudó mucho el radar, muy mejorado unos años antes por el físico británico Robert Watson-Watt. Y colaboraron de una forma muy positiva los observadores Voluntarios de Defensa Local, civiles repartidos por toda la isla.

Ante esta obstinación de no rendirse, sorprendente a ojos de Göring, se optó por bombardear de manera sistemática las ciudades, sobre todo después de la pequeña incursión que generó algunos daños en Berlín, en represalia por un error de un bombardero alemán que lanzó parte de su carga sobre la capital británica.

Londres y otras ciudades eran bombardeadas todos los días, de día y de noche. Las bajas civiles fueron numerosísimas, más de 20.000 londinenses, y la destrucción enorme (mucha gente casi pasó a vivir en las estaciones de metro, que se habilitaron como refugios), pero Churchill dio por bueno este sacrificio porque, a cambio, la RAF, que ya no era el objetivo directo, consiguió reorganizarse, aumentando incluso el número de pilotos con las aportaciones de diversos países: polacos, franceses, canadienses, australianos, neozelandeses, sudafricanos, irlandeses, checos, belgas e incluso americanos, aunque su país aún no había entrado en guerra. En los títulos de crédito se menciona el número de participantes según su nacionalidad y las bajas que sufrieron.

Con esta resistencia frustrante, perdiendo aviones y pilotos en una cuantía elevada, con problemas para que los cazas pudieran acompañar a los bombarderos por el tema de la autonomía de vuelo que comentábamos, Hitler suspendió la operación. De pronto, la mañana del 1 de noviembre, el silencio en los cielos británicos, tenso al principio para todos los pilotos, se convirtió en el mejor sonido. El final de la película nos muestra precisamente esa tensión, patente en las miradas y gestos de esos pilotos, que saltan cuando suena el teléfono, aunque simplemente es para avisarles de que el té está preparado. Humor inglés, ya saben.

Otros protagonistas principales son, como es lógico en una batalla aérea de estas dimensiones, los aviones, de los que tenemos unas imágenes espectaculares gracias a la fotografía de Freddie Young y a los asesores militares, que fueron partícipes directos en aquellos días.

Pensemos que los alemanes dispusieron 2600 aparatos por 1054 ingleses, que era la totalidad de los que disponían. Tanto en cantidad como en calidad, la Luftwaffe parecía claramente favorita: con bombarderos como los Heinkel, Junkers o Dornier, de una efectividad abrumadora, o los Stuka, temidos por su puntería hasta en blancos muy pequeños, en realidad una variante de los Junkers y “stuka” denominaba el tipo de avión, “bombardero en picado”; y los Messerschmitt, cazas comparables a los Spitfires, aunque con problemas en las largas distancias.

La RAF contaba fundamentalmente con dos tipos de cazas para enfrentarse a todo esto: el Hurricane y, por supuesto, el famosísimo Spitfire, el modelo que todo aficionado a las maquetas de aviones tiene que tener. Con un línea muy bonita, eran, más que nada, muy maniobrables, lo que les daba una ventaja muy importante en los enfrentamientos aéreos. E la película, cuando uno de los pilotos se reencuentra con su familia, sus hijos le preguntan si los ha terminado ya y él saca dos maquetas del avión en cuestión que les había fabricado. Es evidente que, en medio de todo aquel jaleo, los niños sentían atracción por estos aparatos e incluso se apostaban cuál era el modelo cuando aparecían en el cielo, según vemos en el film.

Por último, me gustaría hacer mención a la referencia del papel de las mujeres británicas en el conflicto. Aunque se toca de una forma tangencial mediante la historia del personaje de Susannah York, es cierto que aparecen continuamente atendiendo la radio, llevando al mapa los movimientos de las tropas, en las oficinas y como soldados (fueron incluso pilotos en la RAF). Y es que se crearon diversos cuerpos integrados por mujeres: en la Marina, las “WRENS” (Women’s Royal Naval Service), en el Ejército del Aire las “WAFFS” (Women’s Auxiliary Air Force) o el Auxiliary Territorial Service (ATS) en el de Tierra, al que pertenecieron la reina Isabel de Inglaterra, entonces aún princesa, y la hija pequeña de Churchill.

Ya ven que es una película que proporciona mucha información sobre aquellos días en que, como diría el Primer Ministro, “nunca en la historia de los conflictos humanos tantos debieron tanto a tan pocos”.