Querer unir cine y vacaciones y no hablar de “Vacaciones en Roma” es un pecado capital, y no estoy por la labor de pasar más calor todavía en el infierno. Y eso que, más que vacaciones, se trata de un día de asuntos propios.
Es la primera gran película de Audrey Hepburn que, con veinticuatro añitos y esa mezcla de sencillez y elegancia, deslumbró al director, William Wyler, en una audición rutinaria. Al parecer, se había pensado en Elizabeth Taylor para el papel, lo que me hace preguntarme qué idea tenían en un principio, él y el guionista, Dalton Trumbo. Este último, ya por aquel año de 1953, se había negado a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, lo que le llevó, entre otras cosas, a no poder firmar sus guiones. A pesar de ello, ganó un Oscar por este film.
También lo ganaría nuestra “joven princesa”, a quien su compañero de reparto, Gregory Peck, defendería en cuanto a su posición en los títulos de crédito, a pesar de ser una desconocida, porque pensaba que su trabajo había sido tan bueno que seguro que conseguía una estatuilla de la Academia. No se equivocó. Este actor siempre me transmitió, creo que a todo el mundo, imagen de hombre íntegro y buena persona. Yo tampoco me equivoqué. Y así, verán aparecer su nombre en segundo lugar con la fórmula “and introducing...”
Rodada en exteriores, como es evidente, a pesar de que la productora quería que se hiciera en el estudio, tuvo que filmarse en blanco y negro para abaratar el coste que suponía el paseo por una de las ciudades más bellas del mundo.
La escapada de Anna, la princesa de un país ficticio cansada del protocolo y los horarios, nos permite realizar una visita a algunos de los lugares más emblemáticos de la Ciudad Eterna.
Imaginen que van en la Vespa (la “avispa” que sacara al mercado Piaggio tras la Segunda Guerra Mundial) en la que se desplazan los protagonistas, pero sin organizar el mismo caos que ellos ¿eh?
Para empezar, por ejemplo, la Fuente de las Náyades. Obra moderna, data de finales del siglo XIX, principios del XX; situada en la Plaza de la República, representa la ninfa de los Lagos, la de los Ríos, de las Aguas Subterráneas y de los Océanos.
Seguimos con el Foro, lo que era el centro de la vida pública de la ciudad. En él se conservan varios templos, dos arcos de triunfo, varias basílicas o la Curia Romana, donde solía reunirse el Senado. Todo está en tal estado de conservación que permite que, cuando se pasea por él, uno se sienta transportado a la Roma más clásica.
Atravesado el Foro por la Vía Sacra, al final de ella, el Coliseo. La princesa, el periodista Joe Bradley, que interpreta Gregory Peck, y el fotógrafo Irving Radovich, al que da vida Eddie Albert, harán una visita completa por su interior, con guía y todo. Y es que una obra construida en el siglo I, con unas dimensiones de 189 m. de largo por 156 de ancho, con una capacidad para más de 50.000 espectadores, donde se representaban luchas de gladiadores, de animales, incluso batallas navales... está lleno de curiosidades. Pueden hacerlo también con audio guía; si deciden alquilar uno entre varios, por aquello de ahorrar costes, y que quien lo escuche lo vaya contando después a los demás, por favor, préstenle atención, les aseguro que es muy interesante.
Por supuesto, la más que famosa Fontana di Trevi, que en tiempos del emperador Augusto, en torno al año 19 a. C., era el final de un acueducto llamado Acqua Virgo. La fuente actual, de Nicola Salvi, data del siglo XVIII.
Ahora pasamos por la Plaza de España. Cuidado con la escalinata. 135 escalones a cuyos pies se sitúa la original Fontana della Barcaccia, de Bernini. Podemos sentarnos un ratito a tomar un “gelato”. Es verdad que no está muy claro el origen primero de este producto, pero sería el italiano Francesco Procopio quien, en el siglo XVII, inventaría una máquina que homogeneizaba frutas, azúcar y hielo, es decir, la idea del helado moderno. No pueden dejar el país sin probarlos, la receta tradicional italiana los hace realmente especiales.
Continuamos. A su izquierda, el monumento a Víctor Manuel II, primer rey de la Italia unificada. Terminado en torno a 1927, obligó a destruir parte de la Colina Capitolina, lo cual, unido a su, digamos, pomposidad, le ha hecho objeto de una gran controversia y de un montón de apelativos, como “máquina de escribir”, que acuñaron los soldados americanos durante la Segunda Guerra Mundial, o “pastel de bodas”.
Podemos hacer ahora una pequeña parada para cumplir con la leyenda de la Boca de la Verdad, una máscara de mármol que representa una cara barbada y que, según se cuenta, muerde al que miente. Recuerden que está situada en la pared del pórtico de la iglesia de Santa María in Cosmedin. Pero no lleguen tarde o sólo podrán contemplarla al otro lado de una reja.
Nos acercamos al panteón de Agripa. Allí, frente a este maravilloso monumento con cúpula de casetones, vamos a sentarnos a contemplarlo mientras tomamos algo. En este caso, no podemos seguir los pasos de los protagonistas, ya que toman café y champán en el Café Rocca, en la Plaza de la Rotonda, y este local ya no existe. Pero, por supuesto, hay otros que les permitirán disfrutar de este momento y recordarlo para siempre.
En la película se visita un lugar muy curioso, el muro de los deseos, que empezó siendo una forma de intentar encontrar a los familiares durante la guerra y se convirtió en un sitio donde poder dejar escritos los más profundos deseos. Formaba parte de la Muralla Aureliana, que allí sigue, aunque ya no se cuelga nada en ella.
Enfilando la última recta de nuestro recorrido, nos dirigimos al Vaticano, visita inexcusable. No pueden perderse la cúpula de Miguel Ángel, los Museos Vaticanos, llenos de arte que habrán visto una y mil veces en fotografía, en diapositiva en clase si tiene usted una edad, y de pronto se harán realidad frente a sus ojos. Y, claro, la plaza con la columnata y el baldaquino de columnas salomónicas, ambos salidos de la creativa mente de... Bernini, por supuesto.
Terminaremos el día en el Tíber, junto al Castillo de Sant’ Angelo, que forma parte también del Vaticano. Quizás no encuentren una barcaza como las de la película para poder echar un baile, pero a un paso tienen el precioso barrio del Trastévere.
Hasta aquí nuestro recorrido. “Vacaciones en Roma” aún muestra más lugares de la ciudad. Y la misma Roma guarda todavía más rincones para llevarse en su recuerdo. Visitarla siempre es una gran idea. Pero si no pueden, visiten este film. Además de las estampas, podrán disfrutar de un bonito cuento de hadas.