Si la pasada semana asistíamos en Nápoles a los conflictos amorosos entre Diana y Teodoro, ésta no abandonamos Italia a fin de conocer la historia de “La fierecilla domada”, esa Italia que tanto parecía gustar a Shakespeare. Y Verona es una de sus ciudades favoritas, que desconozco la razón por la que le atraía tanto, pero que aparece en numerosas ocasiones (“Romeo y Julieta”, “Dos caballeros de Verona” o ésta misma, que aunque transcurre en Padua, el protagonista es veronés).
Una de las comedias más conocidas del autor, ha sido llevada al cine en varias ocasiones, como la versión de 1929 protagonizada por Mary Pickford y Douglas Fairbanks; la comedia musical “Kiss me, Kate”, compuesta por Cole Porter, que se convirtió en película en 1953; la versión española protagonizada por Carmen Sevilla y Alberto Closas; la más actual “Diez razones para odiarte”, con Heath Ledger como Patrick Verona; incluso la mítica serie “Luz de luna” hizo su propia representación de la obra en uno de sus episodios.
Pero el que traemos hoy es el film dirigido en 1967 por Franco Zeffirelli y protagonizado por Elizabeth Taylor y Richard Burton, que están estupendos y yo creo que se debe a que su vida matrimonial tuvo que ser parecida a las andanzas de esta pareja, sobre todo a la escena en que Petrucho y Catalina se conocen.
Hoy en día es considerada una historia muy polémica, ya que se la tacha de machista, lo cual no resulta sorprendente, en especial debido al discurso de Catalina en su monólogo final, en que dice cosas tan poco edificantes como “Tu marido es tu señor, tu vida, tu guardián, tu cabeza, tu soberano”. Sin embargo, me resulta muy difícil creer que un escritor con una capacidad tan enorme para el desarrollo psicológico de sus personajes se quede en algo tan superficial como la idea de que lo mejor que puede hacer una mujer es someterse a la voluntad del hombre y ya está, especialmente cuando creó numerosos personajes femeninos con gran fuerza y personalidad. De hecho, en “Trabajos de amor perdidos”, obra de la que, por cierto, también existe una película que dirigiera Kenneth Branagh, Shakespeare pone en boca de un joven llamado Berowne, estas palabras: "De los ojos de las mujeres obtengo esta doctrina: centellean ellas siempre con el verdadero fuego de Prometeo; son los libros, las artes, las academias que revelan, abarcan y nutren al mundo entero; sin ellas nadie puede sobresalir en nada".
Hay una frase de Catalina a su padre que le dice justo después de tener un altercado con su hermana Blanca, dulce, encantadora y admirada por todos: “¿Qué, no me quieres soportar? Sí, ya veo que ella es tu tesoro, ella debe encontrar marido: yo tendré que bailar descalza el día de su boda, y, por el cariño que le tienes, quedarme para vestir santos”.
Yo creo que ahí está la clave: Catalina, que no es complaciente y no está dispuesta a comportarse como los demás esperan, se siente rechazada, incluso por su padre, lo que la lleva a sentir, y expresar, una enorme ira como forma de defensa más que de ataque, aunque ataque a todo lo que se mueve, lo cual no hace sino reforzar ese rechazo.
Petrucho, al contrario que todos los demás, no se aleja inmediatamente de Catalina y hace dos cosas con gran ingenio: muestra interés en ella sin rendirse y, además, le enseña la forma en que ella se comporta con un comportamiento similar. Así que la fiera Cata se siente apreciada y se da cuenta de lo innecesario de su mal genio, con lo que se vuelve amable.
En realidad, más que domarla a ella, casi parece que resultan vencidos ambos por el amor que terminan sintiendo. Y el discurso final al que nos referíamos antes podría ser una especie de “regalo” a su marido, al que deja en buen lugar frente a los otros dos recién casados: Lucencio con Blanca, la hermana de Catalina, y Hortensio, amigo de Petrucho, con una viuda. Los tres apuestan que sus mujeres les obedecerán y acudirán a su llamada, pero sólo lo hace Catalina y, lo cierto, es que es la única pareja que parece que va a tener noche de bodas.
Zeffirelli opta por esta interpretación e introduce algunos gestos en los personajes que dejan claro que la pareja se siente complacida por el encuentro desde el principio, aunque tardarán un tanto en reconocerlo. Uno muy claro es la sonrisa de Catalina una vez terminada la “batalla campal” en que se convierte el cortejo inicial, al escuchar el deseo que muestra su pretendiente de casarse en breve. Otro es el banquete en la boda de Blanca, donde ambos no paran de mirarse disimuladamente.
Les invito a aproximarse a “La fierecilla...” para optar por su propia visión. En el caso de que empiecen por la obra teatral, antes o independientemente de la película, verán, eso sí, que el concepto es un poco distinto, ya que el relato “italiano” es una representación que se hace dentro del relato “inglés” en que un calderero llamado Sly es objeto de burla de un noble que lo encuentra borracho y lo lleva a su palacio haciéndole creer, al despertar, que él es el propio señor. Y en esa burla se incluye la representación de una pequeña farsa.
En el lado fílmico, estamos ante una película muy fiel, aún sin la parte del calderero. Perfectamente interpretada, con Richard Burton convirtiendo a su Petrucho en un tosco pero tierno marido, después de todo, y Elizabeth Taylor sacando a borbotones el genio que probablemente llevaba dentro.
Además, merece la pena escuchar la banda sonora de Nino Rota.