sábado, 26 de abril

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Barricada Cultural

 

Cuatro películas... De moda (III)

por Alicia Noci Pérez

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En nuestro pequeño periplo por la historia de la moda vamos esta semana un poquito hacia atrás. Por cierto, la próxima volveremos al siglo XX. Así que, si les está gustando el tema, habrá que hacer en algún momento otra serie sobre moda más antigua.

Pero les comentaba que hoy retrocedíamos, concretamente a principios del siglo XIX. Y, para ilustrarlo, he elegido la adaptación que en 1996 realizara Douglas McGrath de la novela “Emma” de Jane Austen. Si la conocen ya tienen claro que vamos a centrarnos en el “estilo Imperio” (“estilo Regencia” en Inglaterra, ya que coincidió con el gobierno del entonces futuro rey Jorge IV) , para mí, uno de los más bonitos de la historia del vestido. Y he elegido este film porque, aunque hay muchos otros, como es el caso de “Sentido y sensibilidad”, “Orgullo y prejuicio”, entre otras adaptaciones hechas para el cine de esta escritora, o “Guerra y paz”, con la siempre elegante Audrey Hepburn, los trajes creados por Ruth Myers, que se harían acreedores de una nominación al Oscar, me parecen muy creativos, elegantes, muy bonitos, y me habría hecho ilusión ponerme cualquiera de ellos, que, a fin de cuentas, es el origen del tema de estos artículos. Hago aquí un pequeño inciso para destacar la magnífica serie que grabó de “Orgullo y prejuicio” la BBC en 1995, protagonizada por Jennifer Ehle y Colin Firth (y que tanto tendría que ver luego en la vida de Bridget Jones). Esta adaptación ganó un British Academy Television Awards al Mejor diseño de vestuario, realizado por Alexandra Byrne. Si les gusta Jane Austen, esta novela en concreto y esta moda, no se la pierdan.

Como dice James Laver en su “Breve historia del traje y la moda”, “quizá en ningún otro período de la historia desde los tiempos primitivos hasta 1920 las mujeres hayan llevado tan poca ropa como a principios del siglo XIX. [...] En Francia e Inglaterra, líderes de la moda, el vestido aceptado era una especie de ligero camisón [...]”. Y así es, Emma, su amiga Harriet, la “pobre” señorita Taylor, reconvertida en la señora Weston, o Jane Fairfax lucen multitud de vestidos que no por parecer cómodos resultan menos encantadores.

A finales del siglo XVIII comienza a desarrollarse en Europa el Neoclasicismo como movimiento artístico que abarca desde la arquitectura, la pintura, pasando por la música, la decoración interior y llegando hasta el vestuario. Las líneas se vuelven más sobrias tomando como modelo la antigüedad clásica (es ahora cuando se descubre Pompeya). De ahí esas faldas rectas, que caen desde el corte bajo el pecho casi como columnas. Y también los escotes geométricos y enormemente pronunciados, incluso en los vestidos de mañana; de hecho, al comienzo de este estilo el corsé desaparece, para pasar después a ser utilizado a fin de realzar el busto.

La gran mayoría de los vestidos de Emma son así, escotados, esté paseando, tomando el té en el jardín o disparando con arco, con excepciones como el de cuadros que utiliza para llevar comida a una familia con escasos recursos o el azul de rayas con el que visita a la señorita Bates.

Abundan escotes, sí, y también mangas de farol (cortas o largas, con profusión de las primeras), tejidos livianos como muselina, tul, algodón, que cubrían con otro de los grandes elementos de la época: el chal, generalmente de Cachemira, esencial en el guardarropa femenino y que había que aprender a llevar con elegancia. Guantes largos, sombreros de paja o de tela o, incluso, turbantes por influencia del Egipto conocido por la expedición de Napoleón. Peinados de inspiración romana, recogidos y con cintas. También fue muy típica una chaqueta corta, que acababa justo bajo el pecho, con manga larga ajustada, conocida como Spencer. Y los zapatos eran más bien planos, como bailarinas en seda y tejidos similares para casa y una especie de botines para la calle. El turbante, el Spencer y los botines pueden verse claramente en la serie “Orgullo y prejuicio” que les comentaba.

Y vamos a terminar con una pequeña referencia al traje masculino porque será en estos años cuando surja el “dandismo” de la mano de George “Beau” Brummel (sobre el que se rodó una película protagonizada por Stewart Granger, por cierto), que puso de moda trajes sobrios, perfectamente ajustados, cuellos rectos y altos sujetos por un pañuelo, sombrero de copa. Sin duda, la elegancia del señor Knightley no tenía nada que envidiarle.