Esto no puede ser más, cada día una nueva víctima de la violencia de género o machista aparece en nuestra comunidad y todo parece seguir igual. Es cierto que el número de cafres sigue siendo muy elevado y se convierten en noticia con demasiada asiduidad y el clamor por un pacto de estado contra la violencia es unánime en la sociedad pero, ¿servirá para acabar con ella o sólo pondrá de acuerdo a las fuerzas políticas para luchar contra la violencia machista como suele ser últimamente, con represión policial y penalista? Y seguiremos con la duda, ¿Por qué hay tanta violencia machista?
Se suele asociar el carácter belicista y guerrero a cuestiones hormonales masculinas, la testosterona es la culpable de los asesinatos, crímenes, abusos y agresividad en general. Pero no es del todo la responsable, no sólo y únicamente tiene una explicación biológica, analizando los componentes, quizás estemos todos de acuerdo.
El género según Chicano Jávega, se define como un “… conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un proceso histórico que se desarrolla a diferentes niveles …” esta distinción entre hombres y mujeres podría ser entre un grupo A y un grupo B. Es el género un constructo de tipo social, diferente del sexo, aunque solamos usar el término hombre o mujer para el género, cuando debería ser en realidad masculino y femenino.
Históricamente y evolutivamente, la mayoría de las sociedades o grupos han otorgado roles marcadamente distintos a hombres y mujeres, siendo los primeros los encargados de guerrear, cazar y proteger, actividades con marcado carácter violento y las mujeres, quienes se ocupan de tareas más pacíficas y hogareñas. Pero existen algunas comunidades donde los papeles no están tan marcadamente diferenciados e incluso, otras donde los papeles están cambiados (o quizás seamos todos los demás quienes los tenemos cambiados). De cualquier manera, no es la agresividad y las actividades violentas y competitivas un carácter hormonal, sino un constructo histórico y social que bien podría haber sido otro, por lo que la violencia y el abuso no está en la testosterona, sino en la mente de determinadas personas que por cuestiones individuales ya sean genéticas, educativas, sociales, culturales, etc., más allá de la testosterona, arreglan las diferencias a golpes y generalmente, sobre alguien que, al menos físicamente, es más débil, por eso la violencia machista o los abusos a menores nada tiene que ver con hombres o mujeres, sino con violentos abusadores que la usan sobre seres más débiles o, de manera cobarde, sobre aquellos que no están en igualdad de condiciones y generalmente, sin posibilidad de defensa.
No necesitamos un pacto de estado ideado por políticos cuyas conclusiones les llevarán a endurecer las penas a los maltratadores y alguna pequeña medida preventiva, así no se arregla el problema endémico de nuestra sociedad. Es necesario un cambio radical de valores, tenemos que ser más amorosos, menos competitivos, más solidarios, empáticos, comprensivos, acogedores, colaboradores, respetuosos, protectores y sinceros para poder conseguir un mundo unido, sin diferencias ni fronteras, sin distinciones ni rivalidades. No tenemos que esperar a que sean los políticos quienes nos marquen el destino, el cambio comienza en uno mismo y puede ser desde hoy mismo.