Ya he hablado de muchos libros. Bien de casi todos. Mal de unos pocos. Lo que no he dicho es que solo uno de cada cien me subyuga. Cuando esto ocurre, me encuentro cara a cara con un texto que hubiera querido escribir.
Estoy hablando de mi gusto particular. Puedo alabar el ʽMimounʼ de Rafael Chirbes, hacerle los pertinentes honores a los ʽParaísosʼ de Iosi Havilio o reconocer los méritos de las ʽGrietasʼ de Santi Fernández Patón.
Pero disfrutar-disfrutar, disfruto con uno al año. Más o menos. Empiezo a leer y ahí está: una obra ajena que querría haber escrito (yo). Me ocurrió por primera vez con ʽEl graduadoʼ de Charles Webb. Tenía dieciséis años.
La influencia de esta novela es patente en ʽDonde la brisa te hablaʼ, mi primer trabajo, que, sin embargo, escribí con cuarenta años. ¿Que por qué no empecé a escribir antes? Estaba muy ocupando golfeando.
Desde entonces, muy pocas obras me han subyugado completamente. Por supuesto, me lo paso bien con muchos libros, pero el momento mágico llega con esos que hubiera querido escribir.
No voy a hacer una lista con esas obras que tanto me han gustado, pero sí revelaré dos títulos y hablaré de un tercero recién leído. ʽLa ciudad en inviernoʼ de Elvira Navarro y el ʽDespués de Ritaʼ de Mariano Veloy son las obras descubiertas en los últimos años.
ʽTres veces al amanecerʼ es la novela descubierta este año. Una traducción. Una excepción, pues no suelo leer traducciones. Alessandro Baricco. La acabo de terminar y no tardaré en releerla.
Cuando gané el I Certamen Literario Imprimátur con la novela corta ʽEgregiosʼ, alguien me dijo que escribía como Baricco. Yo, entonces, no conocía al italiano. Picado por la curiosidad, compré ʽSedaʼ.
Ahora, después de leer ʽTres veces al amanecerʼ, creo que hacemos equilibrios sobre la misma cuerda. Él los hace muy bien, y yo tendré que espabilar, pues no quiero caerme. Aunque somos de la misma quinta, llego con bastante retraso y no sé si conseguiré mantenerme encima de su cuerda.
ʽTres veces al amanecerʼ nos habla de nuestra fragilidad y también de nuestra majestad, nos saca lo que tenemos dentro, nos lo vuelve a meter y nos conduce a la reflexión a través de una prosa ingrávida, sutil y mágica.
Foto: piensa