lunes, 23 de junio

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Barricada Cultural

 

Altruismo

por L. Mariano Carmona Rodríguez

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La R.A.E. define el egoísmo como “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”. En la posición contraria encontramos el altruismo, “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. Desde un punto de vista comportamental de ambos términos, son conductas sociales, siendo el altruismo una de tipo positivo o prosocial, actos que benefician a otros y que en principio, no tienen ninguna ganancia personal y el egoísmo, de tipo negativo.

Hay mucha literatura sobre el altruismo, teorías explicativas, tipos, características, etc. Pero hay dos modelos que son muy esclarecedores y pueden hacernos entender mejor el mecanismo de funcionamiento de este comportamiento, por qué se da en unas situaciones y en otras no, por qué unas personas lo poseen y otras en cambio, carecen de él.

El matrimonio Piliavin hizo un estudio muy profundo sobre las conductas prosociales a raíz de un asesinato que se produzco en mitad de una calle de Nueva york, que duró media hora sin que nadie de las más de treinta personas que lo observaron hiciera nada, digno de estudio. Tras este impactante episodio macabro ocurrido en 1964, Piliavin y su equipo investigó al respecto y publicaron su estudio en el que concluyen cómo las personas antes de tomar la decisión de actuar en casos de emergencia lo hacemos o no en función de los costos para la víctima y costos para el testigo o espectador. Para ellos, las situaciones de emergencia son excitantes, se perciben como desagradables y la tendencia es a reducirla actuando, sin actuar o bien, huyendo.

Si la decisión ha sido la de actuar, interviene en esta situación, explicación muy simplista y reducida, entre otros factores, la valoración que hacemos de la persona que necesita ayuda y que puede ser: que lo merece, semejante o que nos agrada.

Pero, ¿por qué ayudamos? Aquí es donde aparece la rivalidad altruismo frente a egoísmo. Pero no son polos opuestos, contrarios, agua y aceite. El altruismo se convierte en cierto egoísmo disfrazado. Ayudamos por tres cuestiones relacionadas con la gratificación: por satisfacción personal, por evitación de culpa o por evitación de angustia. El psicólogo Robert Cialdini expuso su teoría del alivio del estado emocional negativo o de alivio del distress. Según él, cuando una persona presencia una situación en la que alguien necesita ayuda, se genera un malestar (cuanto más empatía más malestar), entonces se ayuda para reducir el malestar, pero no en la persona que necesita la ayuda, sino el malestar propio.

Otra teoría muy relacionada e interesante es la del gozo empático y que está relacionada con el poder de control sobre el medio, si ayudamos cambiamos el medio, tenemos poder de control (aquí es necesario un feed-back, es necesario saber que la ayuda llega, si es eficaz, actuando de refuerzo, eso sí, refuerzo egoísta).

Es controvertido negar la existencia del altruismo si no es bajo la perspectiva del egoísmo encubierto pero de cualquier forma, es más positivo rodearte de personas que ayudan a otros en cualquiera de las formas posibles que hay, voluntariado, profesionales de la cooperación, defensores de la igualdad, de la solidaridad, de la ayuda humanitaria…, antes que de egoístas sin empatía, egocéntricos sin medida o narcisistas sin control. Teresa de Calcuta o Vicente Ferrer tendrían mucha angustia propia que calmar, es posible, pero ¡cuánto bien hicieron!