sábado, 5 de julio

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Barricada Cultural

 

Cuentos de hadas en la botica: Atravesando el bosque subterráneo (1)

por Isabel Cárdenas

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Camino abajo vivía un molinero que estaba pasando una mala racha aunque todavía conservaba una enorme muela con la que, tiempo atrás, había molido el trigo de los aldeanos. También poseía un hermoso manzano en flor detrás del cobertizo.

El hombre por tanto se veía obligado a salir al bosque a cortar leña con su hacha de filo plateado. Un día, le salió al paso un extraño viejo que, entre retorcidas risillas, le dijo que no sería muy listo si tenía que extenuarse cortando leña y que él podía cubrirlo de riquezas con la sola condición de que le diera lo que tenía detrás del molino. El molinero recordó que allí solo tenía el manzano y aceptó el trato al momento.

El forastero se escabulló renqueando entre los árboles. Después, soltando una terrible carcajada le dijo al perplejo molinero que a los tres años volvería a por lo suyo. Al rato, la mujer del molinero apareció en el camino a todo correr con el delantal a medio atar y los cabellos alborotados. Y contó al marido que al dar la hora había aparecido un nuevo reloj de oro, las sillas tapizadas de terciopelo y las despensas rebosantes de deliciosos alimentos para toda la temporada.

Al mismo tiempo, una diadema de plata le recogía los cabellos y en sus dedos centelleaban varios anillos de diamantes. El hombre vio que el desgastado jubón se volvía de raso y los bastos zuecos unas espléndidas botas. Al momento cayó en la cuenta y, emocionado, le contó a su mujer el encuentro con el viejo. Un extraño hombre me ha prometido riqueza sin fin a cambio de lo que hay detrás del molino. Ya plantaremos otro manzano, mujer.

Y entonces la mujer gimió como si le hubieran asestado un golpe mortal. Ese hombre de negro tenía que ser el demonio y es cierto que tenemos un manzano detrás del molino, pero ahora también está allí nuestra hija, barriendo el patio con una escoba de ramas de sauce.

En la primera de las siete fases de este viaje a través de los profundos bosques que representa este cuento, el ávido y codicioso molinero hace un trato muy desventajoso con el demonio. Un trato a ciegas. Cree estar enriqueciéndose sin esfuerzo y descubre demasiado tarde que el precio es trágicamente alto: ha entregado al demonio a su propia hija.

Recordamos que todos los elementos de los cuentos se pueden interpretar como diferentes aspectos de la psique de una sola persona. De modo que en este relato la primera invitación que encontramos es a preguntarnos qué trato desventajoso hemos podido hacer cuando todavía éramos ingenuos y no sabíamos prever el dolor que, una decisión frívola o tomada a medio despertar, nos acarrearía en el futuro.

En este cuento, la hija está barriendo en el patio de atrás en un estado semejante al sonambulismo. El padre, el aspecto previsor y protector que debería guiar a lo joven femenino, la traiciona. No está espabilado, ignora la existencia del lado oscuro del subconsciente y no comprende que muchas de las cosas que nos ofrecen no son lo que parecen a primera vista.

Este es el momento en el que la función creativa debe movilizarse para conocer los múltiples estados y facetas del ser. Hay que empezar a enfrentarse y a traspasar los muros que, quizá, uno mismo haya levantado en el pasado. Esto es, esforzarnos por comprender lo que haya debajo de nuestras defensas. El molinero de la psique de cada uno debe empezar a trabajar con toda la materia prima que le llega, alimentarse con lo que le llega tanto del mundo exterior como del interior. No estar adormilado para que, cuando el hombre oscuro –el demonio que siempre persigue la luz- le ofrezca riquezas a cambio de nada, sepa lo que esto significa. No debe infravalorar lo joven, simbolizado en el manzano florido.

Esta primera etapa por los pasadizos profundos de la psique nos recuerda que nunca es posible una transformación sin esfuerzo. La madre despierta por fin horrorizada y avisa a las facetas ingenuas y adormecidas. Ahora el dolor se hace consciente y se puede empezar a aprender de él, a fortalecerse y a adquirir la sabiduría necesaria para conseguir, algún día, recuperar lo que nos ha sido robado.