Tener entre los treinta y los cincuenta, y no haber visto “Verano Azul” por lo menos tres  o cuatro veces, no conocer la versión “Chanquetera” del “No nos moverán”; no sentirse “perplejizado” ante  la primera regla de “Desi” o de “Bea” ( me falla la memoria), o no recordar las comilonas del “Piraña” y las ocurrencias de “Tito”; ( no digo ya no haber llorado con “El final del Verano” y la muerte de Chanquete… ); no partirse con la chule-tontería de “Javi y la del otro “pan sin sal” (¿ Quique?). En fin, vengo diciendo que no evocar cuando llegan las calores las aventuras de unos veraneantes en un pueblo de Málaga, es de mal español. Así de rotundo. Ea.

Ser más de pueblo que los “ababoles*” y no envidiar a aquéllos muchachillos que pasaban los días de Verano en un “dale que te pego” aventurero y ocioso, era no tener “hiel”. Lo mismo que hacía falta para “echar el verano” “curreteando” el campo y no correteando por las playas y montes de Nerja.

A lo que voy o iba, que me pierde la rabia “lumpen-campesina”: ¿Ustedes se han fijado en cómo estas modernas ciudades-vacación (léase … D´or), éstos complejos turísticos “todo incluido” de los que no es necesario ausentarse para sentirse plenamente esclavo de la libertad que proporciona una hortera pulserita,  han desplazado al ser autóctono con el que nos sentíamos tan identificados, que nos enseñaba tanto sobre el modo de vida de la gente de allí ?

¿Ustedes son conscientes del modo tan cruel con el que hemos ejecutado a “Pancho”?

De la magnífica serie de televisión ideada por Mercero (inclinación de cabeza, reverencia, silencio), quedan los prototipos. Como cualquier representación artística dice más esas serie de un tiempo y un país ( se lo robo a Serrat) de lo que diga cualquier estudio sociológico sesudo y académico.

Digo de prototipos y me quedo con “Pancho”, el chico que es de allí y que mira perplejo cómo flipan los nenes de la capi con las cosas que a él le resultan anodinas o viceversa. Pero también el chico que aprende de los “veraneantes” y que inicia una aventura hacia el descubrimiento de otros modos de vida.  

En este toma y daca entre los chicos “capi” y el chico del lugar uno se identifica con el pelo revuelto, y con la piel curtida, y con los ojos llenos de ilusión, con el conocimiento de la tierra y con un sentimiento un tanto deprimente que envida al que la pasa de visita y que disfruta mucho con lo que a uno le suena cotidiano.

En este tiempo nuevo  o ya no tanto, cuesta encontrar un sitio al que caer y descubrir a un “Pancho” que le descubra a uno cómo es aquél lugar, y sin entrar a más, que no me deja el tiempo, digo con voz quebrada y temblorosa (y algo más sincera que la de Arias Navarro):

¡ Españoles:”Pancho ha muerto”!!!! *Ababol: amapola silvestre . ( Como Pancho)