viernes, 2 de mayo

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Barricada Cultural

 

Pecados capitales. Pereza

por L. Mariano Carmona Rodríguez

Imprimir noticia

Tomando como referencia la lista de San Gregorio Magno, quien tras revisar los trabajos anteriores dejó la lista definitiva en siete, voy a analizar estos vicios humanos no sólo desde la perspectiva cristiana, sino más bien e incluso principalmente, desde el componente psíquico y ético, que incluiría el cristiano desde su propia perspectiva moral. El cristianismo los denomina capitales no por su magnitud, sino por su causalidad para provocar otros pecados o vicios más complejos. Tomás de Aquino decía que los vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está “destinada” por sí, lo que supone una constante lucha para evitarlos. Son propios del impulso natural e instintivo, Freud los sitúa en la instancia fundamental del “ello”.

Comencemos con la pereza. Según la RAE es la negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados. Así definido no parece ni un pecado ni mucho menos capital, sería algo más banal, algo así como dejadez.

Si tomamos el concepto sin matices filosóficos, éticos o morales, bajando al aspecto estrictamente orgánico o de supervivencia, la pereza es instintiva ya que supone la búsqueda constante de un ahorro de energía, vital para alargar la vida del organismo. Si somos poco ahorradores en la energía y la malgastamos constantemente, lo más probable es que la muerte llegue antes de lo debido, por tanto, hay que evitar despilfarrar energía inútilmente, hay que ser perezoso.

Si nos situamos en los orígenes de la humanidad, nuestros antepasados se movían acorde a sus necesidades inmediatas, tengo sed, bebo, tengo hambre, como. Si no había un beneficio inmediato, no se hacían planes para el futuro, se vivía acorde al principio gestáltico del aquí y ahora. Pero entonces apareció el progreso y la gente comenzó a hacer planes a medio plazo y a gastar energía para futuras necesidades y los geltálticos se convirtieron en perezosos y vagos. ¡Qué gran avance!

Muy cercano al término pereza está el de procrastinación, consistente en el hábito de retrasar actos que deben atenderse por otros que son innecesarios y que producen más satisfacción, como el síndrome del estudiante, siempre dejando las tareas y trabajos para el último minuto del último día del plazo final. Es como el contrarrefrán: si se puede hacer mañana, ¿por qué hacerlo hoy?

Si tenemos que asignar un pecado capital sinónimo a la pereza no tendría que ser ésta, sino más bien la tristeza de ánimo, como Evagrio y Casiano listaron en los siglos IV y V, o la acedia también conocida como desesperanza. Estos conceptos sí que tienen más que ver con el pecado ya que son formas de apartarnos de las obligaciones espirituales y entregarnos a los placeres carnales.

No es por tanto un pecado capital la pereza, ni una enfermedad física, ni siquiera un valor negativo, es más bien la más poderosa pasión del hombre como dijo J. J. Rousseau y si los curiosos y activos no hubieran aparecido, estaríamos viviendo de manera gestáltica y posiblemente, más felices, como animalillos salvajes retozando en el campo.