Quienes me leen, lo saben. Estoy en guerra. Con la literatura precocinada. Esos textos de fácil deglución. Que son todos igual-igual. El mismo estilo. El mismo sabor. Como calcados. En la primera página ya se delatan. Como la pizza del supermercado: con un bocado basta. Escritos para lectores que quieren olvidarse de todo. «¡No me hagas pensar!» Escritos para aborregarte. Para dominarte. Al pueblo, pan y juegos (pero nunca Cultura).
«El texto es uno. Las lecturas pueden ser muchas. Todos leemos ʽdiferenteʼ porque al iniciar la lectura lo hacemos desde posiciones culturales, intelectuales, ideológicas y existenciales diferentes», nos dice Constantino Bértolo en ʽLa cena de los notablesʼ, pero un texto carente de originalidad (la calidad se da por supuesta) no puede considerarse literatura, no es arte literario sino artesanía (literaria).
O-ri-gi-na-li-dad. Sin ella: vulgares (somos). Del montón. Mediocres.
Durante dieciséis semanas vamos a hablar de Pez de Plata, una editorial funambulesca que le ha cogido el gusto a eso de andar en la cuerda floja, pues publica libros de esos que destacan por su originalidad y sabido es (o debería serlo) que originalidad y ventas no suelen hacer buenas migas.
Lamentablemente: el gran público (todavía) prefiere los precocinados (free [0% originalidad]). Y si son de fuera, mejor. O sea, que el gran público está a favor (o dominado) por los grandes grupos editoriales. Que venden Pilares y Sombras a placer. Mientras las auténticas editoriales (las pocas que aún subsisten) han de trabajar duro para colocar mil ejemplares. Pero, claro, estamos hablando de obras puras, sin homogeneizar, de Literatura (con inicial mayúscula), de arte literario, de textos espontáneos; y de un gran púbico que no consigue dejar a atrás su ʽgrandezaʼ.
Volviendo con La Editorial Elegida, en principio pensé en quince críticas. Le presenté un borrador a Jorge Salvador (editor de Pez de Plata), preguntándole:
―Jorge, ¿estás preparado?, ¿encajas bien las críticas?, ¿crees que este experimento funcionará?
―Nací criticado, así que estoy preparado. Encajo las críticas de golpe y también los golpes bajos. Los editores tienen algo de boxeador: todos son encajadores, pero sólo algunos golpean. Y los experimentos, querido Salvador, siempre funcionan porque siempre nos dan una respuesta, aunque no sea la que buscamos. La pregunta sería: «¿Qué respuesta buscamos con este experimento?». Y la respuesta sería: «Experimentar». Entonces, la conclusión no puede ser otra: «Experimentar es la única búsqueda».
Al releer la respuesta de Jorge, me dan ganas de seguir con el plan establecido. Y, sin embargo, lo voy a modificar. Porque: he leído los quince títulos y mi juicio es impar: todas las obras rebosan originalidad. Naturalmente, unas me gustan más que otras, pero todas merecen mi respeto. No hay precocinados (que, como me decía Iosi Havilio en una entrevista, cuentan tanto como un par de zapatillas [y ahí se ve que no estoy solo en este frente]).
En definitiva, que los libros de Pez de Plata se merecen algo más ingenioso. En vez de aprobar (que es lo que suele hacerse) o reprobar (que es lo que no suele hacerse) sus obras, voy a hacer un análisis más bien neutro o casi-neutro. Un análisis triple (con guinda):
A→ La ficha de la obra.
B→ El breve fragmento (seleccionado a conciencia).
C→ La pregunta al editor.
G (de guinda)→ El pertinente párrafo de ʽLa cena de los notablesʼ.
*Pez de Plata vive aquí:
http://www.editorialpezdeplata.com/laeditorial.html