ʽAmorʼ. Hemos llegado a la cuarta parte de ʽLa ciudad en inviernoʼ. El miedo, la confusión y un instinto que no atiende a razones. Un último triángulo con un ángulo ¿demasiado? afilado: Clara, su pretendiente y un adulto que vive más allá de los grandes bulevares, cerca de la autopista, «en una casa rodeada de un terreno yermo donde se apelotonan neumáticos, sillones desvencijados, piezas de coche y electrodomésticos devorados por el óxido».
En este viaje nos hemos encontrado con el miedo y con el asco pero también con el placer que estos pueden generar. Clara no sabe lo que quiere pero sí sabe lo que desea. O tal vez solo sabe lo que no desea. «Siente el miedo agarrado al pecho, y también ese prurito de placer que le viene nada más despedirse de sus compañeras y tomar la amplia avenida.» Clara tiene «la certeza de acercarse a algo que le pertenece por completo. Algo oscuro, desconocido e inmenso», y «cuando decide volver a su casa, la noche se ha hecho ya enorme».
Me he tomado la libertad de sacar de contexto estos tres fragmentos. Espero que la autora lo apruebe y esta es la pregunta que le hago. Acabaré confesando que esta ʽCiudad en inviernoʼ se me ha agarrado al pecho provocándome al mismo tiempo un prurito de placer, desde el principio y en todo momento he tenido la certeza de que me acercaba a algo oscuro, desconocido e inmenso, y cuando finalmente cierro el libro, entiendo que la noche se ha hecho ya enorme.
Una semana después, me dice Elvira:
―Muchas gracias de nuevo por tu lectura. Me sorprende releer esos fragmentos porque reconozco el sentimiento que los producía de una manera extraña, como si estuviera contemplando a un personaje y no a la que yo era (o a los personajes que mi yo de entonces generaba). Me apena, porque ya no soy capaz de sentir eso con tanta intensidad. Ha dejado de pertenecerme. ʽAmorʼ, el último de los relatos, fue en verdad el segundo en ejecución. De él brotaron ʽCabeza de huevoʼ y ʽLa ciudad en inviernoʼ, es decir, los que en el libro ocupan la parte central, así como la poética del conjunto, que me cuesta definir con unas palabras distintas a la de los fragmentos que has seleccionado, y que apuntan hacia una oscuridad de la protagonista que al mismo tiempo se encarna en la ciudad, que funciona como metáfora. Esa oscuridad refiere a los límites de la identidad, y está en pugna con lo social, que se rige por convenciones que jamás pueden ser oscuras (no me estoy refiriendo a lo moral, sino a lo constitutivo de un cuerpo social). Quería recorrer esa paradoja. En teoría se está hablando de amor, pero no es posible ir hacia lo que la protagonista siente como tal, que es algo no normativizado. El ritual del amor adolescente ha de pasar por los ojos de los compañeros del colegio, y entonces Clara se rebela. Esto puede asimismo funcionar como metáfora de cualquier otra cosa que un sujeto siente o piensa, y que lo impulsa a un lugar desconocido. La convención, la norma, trata de anular esa zona oscura, pues en ella los individuos no son controlables. El cuento, además, tiene mucho de homenaje a Valencia, la ciudad donde crecí. Caminar por ella mientras fui niña y adolescente supuso un descubrimiento continuo, un deslumbramiento, que seguramente se habría producido igualmente en cualquier otro lugar. Pero bueno, a mí me tocó vivirlo ahí. La intensidad y la oscuridad, para mí, tienen los colores de las calles de Valencia.
*ʽLa ciudad en inviernoʼ vive aquí:
http://www.megustaleer.com/libro/la-ciudad-en-invierno/ES0087697
*Y Elvira navarro, aquí:
http://elviranavarro.com/
Foto: Elba Fernández