jueves, 25 de abril

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Opinión

El político y el consenso

Artículo de opinión de Emilio Nieto López, Primer Decano de la Facultad de Educación UCLM

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¿Acaso se puede hablar de política sin que rápidamente se le asocie con el término consenso o acuerdo? Más aún ¿Puede haber política sin acuerdo, sin disposición para acordar o llegar al acuerdo ente los que piensan igual y los que lo hacen diferente? La palabra política proviene del latín POLITICUS y ésta a su vez del griego POLITIKOS para definir a las personas que se preocupaban de la POLIS, o ciudad es decir de todo aquello que hacía referencia a las relaciones sociales de los ciudadanos. Por el contrario nació el término de IDIOTES que significaba ciudadanos privados, es decir personas que solamente de dedicaban a sus propios asuntos y que nada o poco les interesaba los asuntos públicos. Es curioso que de este término hoy proceda la palabra idiota que evidentemente tiene otras connotaciones muy diferentes.

Si el político debe ser un ser humano cuya máxima aspiración es conseguir el bien de los demás ciudadanos, y sobre este quicio debería vertebrarse todas sus acciones diarias, es evidente o así parece, que la formación de este representante público, entre otras muchas facetas, debería estar muy preparado en el taller difícil del consenso, del acuerdo y del pacto, sabiendo que esta preparación lleva consigo multitud de renuncias para conocer los límites hasta dónde y hasta cuándo debe dejar de ser lo que es para integrarse en el pensamiento y en ser del otro.

La palabra consenso proviene del latín CONSENSUS que significa: con la aprobación de todos, con la cesión de algo nuestro para llegar a concretar pactos, acuerdos con los demás. Nunca un acuerdo pasa por la imposición a los demás de lo que pensamos, queremos o proyectamos, siempre el acuerdo debe ser una negociación para que ambas partes cedan en sus postulados iniciales y al final conseguir llevar a buen término lo posible entre ambos pero que sea provechoso para la ciudadanía. Es verdad que a veces los acuerdos, los consensos son difíciles porque a nadie le agrada dejar atrás parte de lo que él podría llevar a efecto pero en esos casos siempre debe primar el bien común. Decía Manuel Giménez de Parga que: las democracias pluralistas sólo funcionan correctamente cuando los grandes partidos políticos están de acuerdo en la forma de abordar y solucionar los problemas esenciales.

Si la política era para los griegos la Teoría de la Polis, es decir el trabajo de resolver los problemas de los ciudadanos, hoy el político debe tener esa misma concepción porque no hay político si no es capaz de vivir diariamente los devenires de la gente, de la ciudadanía y luchar constantemente por el bien común, pensando en el que más lo necesita. Podrá haber democracia representativa o directa, podrá establecerse sistemas para que el ciudadano pueda vivir mejor pero para ello habrá que conocer la situación de la que se parte y acercarse a las personas y así comprender mejor sus situaciones particulares de desarrollo de sus vidas. La macro política es muy importante siempre que se sustente en la micro política del ser humano. La política debe ser capaz de resolver hasta el último problema de la persona más humilde, allá perdida en la última casa del último pequeño pueblo de la sierra, porque esta persona solamente tiene una vida que para ella es la más importante.

Pues bien para la resolución de los problemas de las gentes del pueblo es preciso, yo diría imprescindible que los políticos sean capaces de llegar a acuerdos, de consensuar, sin perder su identidad, de crear políticas generales y políticas muy particulares que puedan resolver los conflictos de los ciudadanos en los ámbitos sociales y familiares. Y para eso se impone un nuevo modelo de político muy alejado de aquel que diseñaba Louis Dumur cuando decía: la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos. ¿Acaso no tenemos hoy esta imagen del político que se aprovecha de su situación privilegiada para beneficio propio? Es evidente que es así porque resulta que el tercer problema que tiene hoy la sociedad española es el de los políticos. Han ido perdiendo prestigio según han ido creciendo sus haciendas.

En estos momentos, por otro lado momentos difíciles o mejor dicho inciertos, la mayoría de los españoles tenemos muchas dudas si nuestros representantes políticos, a los que hemos dado nuestra confianza el día que les votamos, sabrán estar a la altura de las circunstancias apoyando, llegando a acuerdos, consensuando unos presupuestos nacionales que nos ayuden a todos a salir definitivamente de la crisis. Todos sabemos que hay diferentes sensibilidades, diferentes valores éticos y morales, diferentes intereses entre los partidos políticos, en el arco parlamentario español. No nos deben convencer de ello porque somos conscientes y sabemos sus ocultos pensamientos pero para nada valen los experimentos políticos, como decía Benjamín Disraeli, sino es para crear nuevas revoluciones.

La teoría política de hacer lo posible con los medios posibles en un momento y en una situación determinada nos lleva de nuevo a solicitar a nuestros representantes políticos que sean políticos de verdad, políticos que sean capaces no de buscar el consenso sino de moldearlo conforme a las perspectivas históricas en las que estamos, como decía Martín Luther King. Para poco vale el discurso filosófico que cada uno de los partidos políticos vocifera diariamente si no son capaces de interiorizar el acuerdo negociado para crear bienestar social y futuro para los ciudadanos. De ninguna manera podré estar de acuerdo con aquellos dirigentes políticos que vetan a su opositor porque piensa diferente a él. El bienestar de los ciudadanos siempre estará por encima de las creencias políticas partidistas.

El consenso, el acuerdo, el entendimiento en política es la clave, la piedra angular del sistema democrático. El sociólogo funcionalista Edward Schils decía que para que se pueda producir un acuerdo o consenso entre políticos deben producirse tres cruciales elementos: a) la aceptación de las leyes establecidas. b) la adhesión a las instituciones del sistema. c) un sentimiento generalizado de identidad y unidad entre los individuos que forman la sociedad. A mi entender estos tres elementos se cumplen plenamente en el arco parlamentario español actual para poder complementar un gran acuerdo en torno a las cuentas del estado, a la educación y a la sanidad. Posiblemente Podemos y los partidos nacionalistas no reúnen los tres elementos que determina Schils para poder consensuar un acuerdo necesario y yo diría obligatorio para el bien común de los ciudadanos. No podemos olvidar que negociar, pactar consensuar es repartirse una diferencia porque siempre en el acuerdo, en el consenso está en juego parte del todo de cada uno.

Leonard Norman Cohen se adelanta a mi petición de acuerdo entre los partidos democráticos cuando dice que para que haya una sociedad estable debe haber consenso y obligación que apoye las normas de convivencia y de bienestar para lo que propone un acuerdo con discusión entre conformidad y complacencia. Una verdadera oposición es la que es capaz de ver ejecutado en la práctica parte de su programa a pesar de ser minoría y esto solamente se consigue con el diálogo y el acuerdo. Bien sé que todo político, antes de serlo, debería haberse curtido en el taller de saber ganar y saber perder.

El líder de la oposición Pedro Sánchez, últimamente muy contaminado por Podemos, partido que apoya el independentismo, y que España se convierta en diecisiete repúblicas, debería conocer lo que dice Eduardo Punset: hasta las bacterias funcionan por consenso o no funcionan, claro está que pedirle esto al PSOE sé que es casi imposible porque desde hace mucho tiempo está anclado en el NO ese no que no lleva a ninguna parte y que está potenciando el independentismo porque quiere que el PP pacte con el partido nacionalista vasco antes que apoyarle con los presupuestos, en este momento crucial, no sólo para el partido del gobierno sino también y esto es lo importante para todos los españoles. O aprende a ceder y por lo tanto a consensuar o no creo que tenga usted un largo recorrido político. Ya lo ha sufrido en sus carnes y si sigue por ese mismo camino, lo volverá a sufrir.