viernes, 29 de marzo

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Haciendo las américas

Quijotes

por Lola Romero (Houston)

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A veces me siento un poco “quijote” en estas tierras tratando de explicar tradiciones españolas. O significados de palabras. Y no digamos ya si, valga la redundancia, trato de explicar la importancia de la figura literaria del mismísimo Alonso Quijano y nuestro Miguel de Cervantes.

Y es que con la llegada del 23 de abril y la celebración del Día del Libro, me ha vuelto a rondar por la cabeza la diferencia cultural y lo importante que puede parecernos algo en nuestro país o en nuestro pueblo, y, sin embargo, lo poco que se valora fuera de esos entornos. Aunque, por supuesto, entiendo que es lo normal. Por ejemplo, a la mayoría de nosotros, españoles en general y quizá manchegos en particular, pese a que sabemos que el Quijote es una obra de ficción, no nos cuesta mucho imaginarnos a un a un hidalgo y a su escudero recorriendo las calles de nuestros pueblos a finales del siglo XVI y principios del XVII. Entre otras cosas, porque muchas de las casas y los escudos de piedra que hoy se pueden ver todavía, ya estaban allí en esa época.

Sin embargo, por muy maestros del cine, los escenarios y las recreaciones, que sean en estas tierras norteamericanas, poco familiares pueden sentirse con un personaje como Don Quijote, pues aquí ni hubo caballeros, ni escuderos, ni escudos heráldicos labrados en piedra señalando una “casa noble”, ni, probablemente, libros de caballería. Pero creo que eso no perdona que la mayoría conozcan a Romeo y Julieta o Macbeth y no a Sancho Panza…

He comprobado que personas con cierto nivel cultural sí saben más o menos de lo que hablo cuando digo que soy del "Lugar de la Mancha", pero más que saber quién son Don Quijote y Cervantes, les suena una película de 1972 protagonizada por Peter O´Toole y Sophia Loren, y un musical creado en los años 60 que se llama “El hombre de La Mancha” (“Man of La Mancha”). El mismo musical, adaptado al español, que ha protagonizado José Sacristán en España. O sea, una versión en español de una versión en inglés del Quijote…

Curiosidades de la vida, a pesar de ese desconocimiento, no es difícil encontrar referencias cervantinas en lugares tan insospechados como una bolsa de plástico de unos grandes almacenes o una tira, supuestamente cómica, de una revista de actualidad. Así lo comprobé en la librería Barnes & Noble, que durante una temporada imprimió en sus bolsas las primeras líneas del Quijote (en inglés, claro), y en una viñeta semanal de la revista Time.

Y lanza en ristre y libro en mano, encontré a don Alonso en una tienda de decoración y antigüedades en Old Town Spring, una calle de comercios en casas de madera al más puro estilo del salvaje oeste, unos cuantos kilómetros al norte de Houston. Allí había Quijotes enormes, en miniatura, en madera, en latón y hasta en bronce. Solo o acompañado por Sancho, con Rocinante y sin él, con rasgos de ídolo azteca o en barro con semblanza castellana. Les pregunté a los dueños, mexicanos, por su interés en el personaje, por las actitudes de la gente hacia su “mercancía”, por las andanzas de sus Alonsos en estas tierras. Y me dijeron que les venía de familia. De un abuelo español que estaba enamorado de la novela y la leía a los nietos, y a quien se dejara, a todas horas. Respecto a sus clientes, me explicaron, la mayoría buscaba “belleza”, piezas de coleccionista, valor artístico… no tanto el personaje y su linaje secular.

Así que ahora que volvemos a celebrar el aniversario cervantino y shakesperiano, como cada 23 de abril desde que fuera declarado por la Unesco Día Internacional del Libro, recuerdo lo que disfruté en aquella tienda. Porque era Don Quijote aquí, en América. Era el caballero de la triste figura que salió de mi pueblo para buscar ventura y aventura. Como yo. O casi.

Foto: En la foto podéis ver una de las piezas de la tienda que visité.