martes, 30 de abril

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Estreno en Royal City

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Doce hombres sin piedad ()

Director: Sidney Lumet

Intérpretes: Henry Fonda, Lee J. Cobb, Jack Warden, E.G. Marshall, Martin Balsam, Ed Begley, John Fiedler, Robert Webber, Jack Klugman, George Voskovec, Joseph Sweeney, Edward Binns, Billy Nelson, John Savoca, Rudy Bond, James Kelly

Sinopsis: Los doce miembros de un jurado deben juzgar a un adolescente acusado de haber matado a su padre. Todos menos uno están convencidos de la culpabilidad del acusado. El que disiente intenta con sus razonamientos introducir en el debate una duda razonable que haga recapacitar a sus compañeros para que cambien el sentido de su voto.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Muchos, quienes tuvieran televisor o familiares/amigos a los que acudir, y que superen no demasiado ampliamente la cincuentena –niños éstos por entonces-, recordarán una mítica emisión de comienzos de los 70, de ese entrañable programa titulado Estudio 1, un magnífico ejemplo de teatro filmado, con el que solía obsequiar Televisión Española a los aficionados en las noches de los lunes de la primera mitad de aquélla reveladora década.

Su título, el mismo que el de esta película, DOCE HOMBRES SIN PIEDAD, un clásico indiscutible donde los hubiera del subgénero judicial. Esta versión cinematográfica lleva la firma de uno de los representantes más destacados de la generación USA denominada, precisamente, “de la televisión” (a la que pertenecieron nombres del considerable calibre de Robert Mulligan, Delbert Mann o John Frankenheimer), Sidney Lumet, el mismo que aportaría años después otras dos  gemas dentro de idénticos territorios, VEREDICTO FINAL y DECLARADME CULPABLE, esta segunda fechada en las postrimerías de su carrera.

Llevó a cabo un trabajo de relojero suizo, de absoluta precisión y encaje de piezas, es decir, de actores, texto, dramaturgia, puesta en escena.

Partiendo de un imponente y absorbente guión de Reginald Rose, una de las verdaderas piezas maestras del esplendoroso cine americano de los 50, por ende del mundial, somete al espectador, a mí en este caso, a una tensión emocional incontenible, a peliagudos dilemas morales y éticos y a un endiablado suspense como pocas veces ha podido ser igualado en toda la historia del cine. Suspense que brota de la mejor fuente posible, de las retorcidas sustancias que componen el ser humano.

El asunto es delicado y aparentemente diáfano. Los doce miembros referidos en el título tienen que juzgar/sentenciar a un adolescente que parece cantado que ha asesinado a su padre. Pero surge una mínima duda en uno de ellos, en el jurado número 8, duda planteada por un gran, se queda corto el calificativo, un eximio Henry Fonda, que un año antes ya las había pasado canutas situándose en el lugar contrario, en el de aparente penado, en esa otra obra maestra de Alfred Hitchcock de título esclarecedor, FALSO CULPABLE.

A partir de esa premisa, se produce un despliegue de situaciones memorables, nutridas por dudas, incertidumbres, cuestionables certezas, desasosiegos, angustias y todo tipo de sentimientos y emociones.

De fondo, o en primer término, como prefieran, una inaplazable e implacable crítica al sistema judicial estadounidense, y a esa terrible solución final que es la pena de muerte.

Lumet no deja títere con cabeza en su meticulosa y penetrante disección. Desde el rigor más absoluto, la sintaxis más admirable, consigue remover abundantes cosas de quienes la contemplamos. Y, lo que es mejor aún, provoca la reflexión, la perdurabilidad en el recuerdo. Si quieren, como suelo hacer, lean esto en exclusiva primera persona, si luego lo comparten o no ya es cosa de cada uno de ustedes.

Uno de esos repartos imposibles o inimaginables hoy en día, formado en su mayoría por un buen puñado de secundarios, término que no me gusta nada, actores de reparto resulta más justo, americanos todos ellos y de cortar la respiración, acompañan a Fonda en esta inmersión a las más profundas simas abisales de nosotros mismos, de nuestros prejuicios, miserias, también de nuestras noblezas y dignidades.

Sus rostros, sus expresiones, sus movimientos corporales, cobran aquí una dimensión inusitada. Me parece de justicia citar los nombres de todos ellos, Fonda aparte: Lee J. Cobb (3), Jack Warden (7), E.G. Marshall (4), Martin Balsam (1), Ed Begley (10), John Fiedler (2), Robert Webber (12), Jack Klugman (5), George Voskovec (11), Josep Sweeney (9) y Edwards Binns (6). Más Billy Nelson, John Savoca, Rudy Bond, James Kelly. No hay mujeres porque esta historia es un reflejo de la sociedad del momento… y hablo de la que era la más desarrollada.

Una sala de reuniones, el reducido marco por el que pululan y se reprochan, se acaba convirtiendo en foresta amazónica en lo referido a intensidades y reacciones… intencionadamente contradictorias, o sencillamente reveladoras, en varios momentos.

Intensa, absorbente, magistral, desconocerla constituye un pecado de lesa, de imperdonable gravedad. Siempre están a tiempo de reparar dicho lapsus. Quien la haya visto, no será raro que la haya repetido en unas cuantas ocasiones… ANTOLÓGICA, INDISPENSABLE.

José Luis Vázquez