jueves, 25 de abril

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Estreno en Royal City

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El último lobo ()

Director: Jean-Jacques Annaud

Intérpretes: Feng Shaofeng, Shawn Dou, Ankhnyam Ragchaa, Yin Zhusheng, Basen Zhabu, Baoyingexige

Sinopsis: En 1967, Chen Zhen, un joven estudiante de Pekín, es enviado a vivir entre los pastores nómadas de Mongolia Interior. Chen tiene mucho que aprender sobre el modo de vida en esa tierra ilimitada y hostil, sobre la noción de comunidad, de libertad y de responsabilidad, y sobre la criatura más temida y venerada de las estepas: el lobo. Seducido por la compleja y casi mística relación entre estas criaturas sagradas y los pastores, capturará una cría de lobo con la idea de domesticarlo. Pero la relación entre el hombre y el animal, el modo de vida tradicional de la tribu e incluso el futuro de la Tierra se ven amenazados cuando un oficial del gobierno central decide eliminar a los lobos de la región.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 4 estrellas

Creo que el mítico Félix Rodríguez de la Fuente, de inolvidable recuerdo y perdurabilidad en la vida de tantos de los que hoy ya hemos rebasado la cincuentena, o de cualquier otra edad que disfrutaran es su momento con sus extraordinarios programas televisivos en blanco y negro de la década de los 70, se sentiría feliz ante el décimo tercer largometraje del inclasificable y siempre sorprendente cineasta galo Jean-Jacques Annaud.

El firmante de las extraordinarias EN BUSCA DEL FUEGO, ENEMIGO A LAS PUERTAS (antecedente de EL FRANCOTIRADOR, pero cómo no se trataba de un estadounidense nadie cuestionó su labor), EL NOMBRE DE LA ROSA y de las valiosamente ecologistas EL OSO  o DOS HERMANOS, ha vuelto a poner en pie una apabullante y bellísima (super) producción.

A sus 71 años, continúa en posesión de un vigor, una inagotable curiosidad, un sentido del riesgo, un innato sentido  del espectáculo y una destreza narrativa dignos de todo elogio. Se nota que hace películas por un puro placer y disfrute que es capaz transmitir a muchos espectadores. Sus trabajos, como vuelve a ser el caso, están precedidos por una ardua y extensa labor de pre producción. A lo que hay que sumar los laboriosos y complicados procesos de rodaje.

La estepa mongola es en esta vez el entorno ambiental, en el que vuelve a fundir un relato de –relativa- conciliación entre el ser humano y la naturaleza salvaje. A una primera parte de cierta placidez y ensimismamiento, sigue una media hora final agreste, dura y sin remilgos. Como nuestra propia existencia.

Vuelve a ser capaz de entremezclar con bastante habilidad ficción y documental. Ya decía François Truffaut que “no hay buenas películas si no son un buen documental”, como certeramente ha proclamado su autor. Y es capaz de que las situaciones que podrían haber dado lugar a un sentimentalismo empalagoso –la historia de amor, la de amistad- no caigan precisamente en ello.

Contempla sin ambages a sus criaturas de dos y cuatro patas, enmarcado todo ello en los agitados y represivos años de la Revolución Cultural China, a finales de la década de los 60. Ya decía el nefando Mao que “hay que conocer al enemigo para vencerlo”. Aquí no es que sea muy detallado, pero resulta suficiente el estudio llevado a cabo para comprender un poco dicha aseveración. Lo que no se deja de hacer en ningún momento es cuestionar la intervención humana en el desarrollo natural de la vida.

Establece una comparativa oportuna entre el pueblo nómada retratado y el animal fruto de su atención. Una frase del patriarca puede resumir bien el espíritu de ambos: “La vida estriba en saber elegir el momento, es algo que sabemos lobos y mongoles”.

En cualquier caso, lo que me resulta más importante, consigue hacerme partícipe del majestuoso entorno natural portentosamente filmado. Y se nos son regaladas algunas secuencias virtuosas, en la que no me ha parecido que haya tenido que recurrir en exceso a las digitalizaciones. Me refiero a ese imponente momento del ataque de los famélicos y desesperados carnívoros a los caballos durante una nocturna tormenta de nieve u otro referido a gacelas. O la contemplación de esos equinos congelados.

Queda patente la pureza, la incontaminación de un mundo salvaje alterado por el ser humano. Su magnificencia y también su brutalidad. Y aunque carece de la poesía de otro estudio antropológico de alcance, de la que desparramaba a borbotones el Nicholas Ray de LOS DIENTES DEL DIABLO reflejando a los esquimales, pero no es menos cierto que acierta en plasmar en buena medida el tono alegórico y panorámico elegido.

El libro en el que está basada, TOTEM LOBO, debido a Jiang Rong, es el de mayor número de ventas es China –estamos ante una co producción con Francia- tras el inefable LIBRO ROJO DE MAO.

Por ponerle algún pero, tal vez en algún momento se produzca un ligero desequilibrio entre un guión un tanto divulgativo y una dramatización pelín inane. Pero ello no anula ese sentido del Séptimo Arte que exhibe en su vertiente más llamativa y reconfortantemente fastuosa. Un tipo de cine con el que es más fácil engancharse al mismo, sobre todo cuando eres jovencito y la pasión al mismo (o vocación) está llamando a la puerta. Pocos habrán sido abducidos con 12 años –dicho con todos los respetos- gracias a Bergman o Tarkovski y, en cambio, puede que bastantes más gracias a Annaud.

José Luis Vázquez