martes, 23 de abril

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Estreno en Royal City

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La mujer del cuadro ()

Director: Fritz Lang

Intérpretes: Edward G. Robinson, Joan Bennett, Raymond Massey, Edmund Breon, Dan Duryea, Thomas E. Jackson, Dorothy Peterson, Arthur Loft, Frank Dawson

Sinopsis: El profesor Wanley y sus amigos comienzan a obsesionarse con el retrato de una bella muchacha, que está expuesto en el escaparate contiguo al club en que se reúnen. Wanley conoce por casualidad a la mujer del retrato y acepta ir a su apartamento. Pero allí ocurrirá algo inesperado. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“Ante todo uso mi cámara de manera que muestre las cosas, cuando sea posible, desde el punto de vista del protagonista; así mi público se identifica con el personaje en la pantalla y piensa con él” (Fritz Lang)

“No hay más que tres formas de pagar a un chantajista, se le paga y se le sigue pagando hasta que se queda uno sin un céntimo, o se llama a la policía y que se haga público el secreto que uno quería guardar… o se le mata” (Edward G. Robinson en The woman in the window/La mujer del cuadro)

 

De ensoñaciones va fundamentalmente esta obra maestra, otra de tantas, del período norteamericano de Fritz Lang, tan brillante y fructífero como el previo alemán del que fuera uno de los genios incuestionables del expresionismo.

Pero ensoñaciones con causa o explicaciones, con fundamento, hasta con psicoanálisis. La sombra del insigne Sigmund Freud, tan de moda en el momento de su rodaje, sobrevuela en todo momento, como en tantas producciones del Hollywood de los 40. Sin ir más lejos, Alfred Hitchcock rodaría un año más tarde, 1945, la que sigue constituyendo una de las cimas al respecto, SPELLBOUND, o lo que es lo mismo, RECUERDA, con Ingrid Bergman y Gregory Peck.

Y esto es manifiesto ya desde los primeros compases. Clave me parece al respecto esa escena inicial en la que ese profesor universitario, Richard Wanley, perfectamente interpretado por Edward G. Robinson, imparte un seminario en torno a ASPECTOS PSICOLÓGICOS DEL  HOMICIDIO. Ahí comienza ya a delatarse la encarnadura del personaje que acabará derivando minutos después en la contemplación de un cuadro mientras se refleja en el mismo la encarnadura real (extraordinario momento, inevitable hacer la comparativa de esa aparición con la memorable de LAURA de ese mismo año), que constituye una plasmación de los deseos reprimidos de un hombre común. Ambos aspectos acabarán estando interrelacionados.

Entre estos dos anclajes argumentales, vamos a asistir a secuencias tan definitorias como aquella en que el protagonista acompaña a su familia al tren y la siguiente de carácter opuesto, en la que camina solo y descubre por primera vez la pintura de la susodicha del título.

De ahí el comienzo de esta reseña, ese apelar a esos sueños, a ese mundo del inconsciente, aquí entremezclado/contrastado con una realidad gris, mortecina, sin alicientes.

Y mientras todo esto transcurre, así como de las consecuencias de anhelos y actos, van aflorando asuntos constantes en la filmografía de su director, desde el asesinato al adulterio, pasando por la tentación, los remordimientos, el chantaje, la transgresión, la culpa, la infalibilidad de la justicia e inclusive más subrepticiamente, el cuestionamiento de la pena de la muerte (algo a lo que su autor había dedicado ocho antes una película entere, la sobrecogedora FURIA). Como pueden comprobar, cuestiones nada baladís.

También la utilización de objetos, relojes, fundamentalmente espejos, escaparates, que se acaban convirtiendo en reflejos o manifestaciones de los personajes, de su psique, algo también frecuente en el cine de Lang.

O de la lluvia como recurso o imagen asociada al peor de los fatalismos. Asociada a dilemas existenciales o morales, a condiciones humanas puestas en entredicho, que se hacen eco de esa tensión latente entre una vida convencional y otra fuera de normas sociales.

Todo ello adornado por una manera magistral de filmar, de que ningún detalle resulte gratuito, de la capacidad de envolver la historia en una atmósfera “noir” envolvente, subyugante.

No es tampoco manca la aportación del trío interpretativo, el ya citado Robinson, el villano Dan Duryea y la fascinante y bellísima Joan Bennett. Los tres volvieron a juntarse un año después bajo idéntica batuta en otro melodrama criminal de idéntica factura pero sutiles variantes, PERVERSIDAD (SCARLET STREET). Sumadas a la posterior (1947) SECRETO TRAS LA PUERTA, constituye la trilogía llevada a cabo por una productora efímera, International Pictures, fundada por el marido de la actriz, Walter Wanger y por el propio Lang.

Es un referente obligado, ineludible del cine policíaco de los 40. Una obra que encierra –que diría un moderno- múltiples lecturas y que se enriquece y me enriquece ante cada nuevo visionado. Hipnótica en lo visual y consistente y variada en cuanto a fondos de armario. 

José Luis Vázquez