viernes, 19 de abril

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Estreno en Royal City

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Director: Makoto Shinkai

Intérpretes: Animación

Sinopsis: Taki y Mitsuha descubren un día que durante el sueño sus cuerpos se intercambian, y comienzan a comunicarse por medio de notas. A medida que consiguen superar torpemente un reto tras otro, se va creando entre los dos un vínculo que poco a poco se convierte en algo más romántico. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Mi película de amor favorita de todos los tiempos es JENNIE o RETRATO DE JENNIE si aludo a su enunciado original.  La historia de un pintor fracasado y la hija de unos trapecistas que se encuentran a través de un agujero temporal. Su tono febril y desaforadamente romántico me ha marcado definitivamente desde su descubrimiento con poco más de 15 años hasta la actualidad, en la que ya soy un veterano y superviviente de variadas escaramuzas de índole diversa.

Y tal vez se pregunten, o no conociendo mi facilidad para la dispersión o para irme por los cerros de Úbeda, el por qué de este inicio para hablar de una tradicional obra de “anime”.

Tiene una fácil explicación. Esta es también una emotiva historia de esa víscera que nos impulsa a extraer lo mejor de nosotros mismos dentro de parámetros fantásticos. De eso que en Japón, el país originario de esta producción, se conoce como leyenda del hilo rojo. Esa que describe que las personas que están predispuestas a encontrarse o conocerse están unidas por unos hilos de dicho color, que ni se desgastarán ni se romperán con el tiempo y la distancia.

La misma que envuelve a los jóvenes protagonistas, Taki y Mitsuha. Para disfrutarla con toda su salsa es conveniente que tengan presente dos aspectos cuando se acerquen a verla. Que presten la adecuada atención, pues la historia está confeccionada casi como un puzzle. Y que no se hagan excesivas preguntas, porque además tal vez no obtengan una respuesta rotunda, dados esos mecanismos fantasiosos puestos en liza. En cualquier caso, no deja de dar juego y tener su miga ese intercambio de cuerpos producto de los sueños.

Detrás de esto, el que llevan un tiempo proclamando (a mí esto de los nuevos relevos no me suele importar) como el nuevo Hayao Miyazaki, el también compatriota Makoto Shinkai (es su quinto largometraje tras los brillantes EL LUGAR QUE NOS PROMETIMOS, 5 CENTÍMETROS POR SEGUNDO, VIAJE A AGARTHA y EL JARDÍN DE LAS PALABRAS), cineasta de carácter aún más universal y retratista de un mundo más humano que aquél y que trenza su criatura en 3 actos.

El primero tiene gracia, es divertido, genera incertidumbre. El segundo es melancólico, incluso más amenazador a la hora de mostrar el drama, va resultando más inquietante y un poco más esclarecedor. Y el tercero, en el que se juntan todas las piezas aparentemente sueltas, en el que resuelve el misterio, francamente deslumbrante, acaba constituyendo un continuo fogonazo de luz y color. De hecho, la utilización, la exploración de estos dos elementos acaba resultando uno de los hitos de una película que acumula unos cuantos.

Por ejemplo, otro de ellos, este a nivel más anecdótico y crematístico, es el de suponer el título más taquillero en el país del Sol Naciente el pasado año, con una recaudación de casi 200 millones de dólares. El cuarto  que allí ha atraído a más espectadores en toda su historia, tras EL VIAJE DE CHIHIRO, TITANIC y FROZEN.

Y con ser eso importante, sobre todo para los bolsillos de quienes han gestado esta delicia, su gran aportación es la grandeza de lo obtenido. La maestría con la que están trazados el mundo de Tokio y el más rural, la confrontación entre mundos analógicos y digitales, entre la parte más tradicional del país asiático en contraste con la más moderna o las diferentes percepciones femenina y masculina.

La constatación, además, de cómo con un meteorito, una adolescente de pueblo, un chico de ciudad, el crepúsculo, sin recurrir a truculencia alguna, tirando de imágenes prístinas y de enorme belleza, se puede construir un mundo que parte de un sustrato de realidad para alcanzar la más pura ensoñación en lo emocional. 

También un exponente de admirable pulsión romántica, preciso guión (pese a que en el tramo de las explicaciones no sería incomprensible que se despistaran) y una oportunamente inserta banda sonora compuesta por temas de Radwimps.

Añadan de gratificante propina y feliz culminación una preciosa escena final.

Recomendable a todo tipo de espectadores, de todo tipo y condición, pues cualquiera puede encontrar códigos, claves y guiños con los que poder empatizar.

¿Nos conocemos?

 

José Luis Vázquez