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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Viernes, 23 de marzo

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Foto: Raúl Arévalo en El aviso/El aviso

-Selecciono como estreno del fin de semana, seguro que equivocadamente, la producción española EL AVISO (EL AVISO) por aquello de hacer “patria” y porque el “thriller” de raíces autóctonas atraviesa el momento de mayor fertilidad de la historia del cine español:

No comienza nada mal, genera expectativas que se ven refrendadas durante su primera hora y pico, es atmosférica, climática, pero lamentablemente, en su último tramo, sobre todo en su fundamental desenlace, me siento defraudado.

El vasco Daniel Calporsoro, el encargado en traducir en imágenes la novela del reputado novelista de intrigas Paul Pen, comenzó su carrera en los 90 con inusitada energía y rabia. Ahí están SALTO AL VACÍO, PASAJES, A CIEGAS o incluso la más tardía y meritoria GUERREROS. Los años fueron calmando ese estilo, apagando la furia, pero no cierta intensidad narrativa. Su trabajo anterior a este, CIEN AÑOS DE PERDÓN, es la constatación de ello: cierprofesionalidad, cierto nervio, eficiencia.

En EL AVISO tira de nuevo de esas virtudes, el problema es que juega con un argumento tan alambicado y cogido por los pelos que, si no se es capaz de ser rematado adecuadamente, y no se hace, se corre el riesgo de que ese rompecabezas y castillo de naipes montado hasta el momento se venga abajo.

Y sí, supongo que se dan suficientes pistas para desemarañarlo, pero cada vez me voy sintiendo más mayor para desentrañar los excesivamente soterrados enigmas ajenos, y lo que quiero son sopitas calientes con tropezones bien troceados y machacaditos.

En el camino advierto buenas intenciones a la hora de crear un misterio entre policíaco, delirante y sobrenatural. O de hablar de miedos muy cotidianos, asociados con la pérdida, la orfandad, la verbalizada violencia de género o el acoso escolar.

Aparte de la anteriormente aludida atmósfera (ese Madrid de la periferia, de la M-30 envuelto en humedad, soledad y nocturnidad), Calparsoro maneja bien, con habilidad, esos dos tiempos separados por diez años entre los que transcurre la historia, incluso no cae en excesivas truculencias, pero no puedo evitar que ese frustrante desenlace se acabe manifestando como un confuso e imposible acto de fé ¿matemático? ¿esquizofrénico?, con varios agujeros o resoluciones no muy comprensibles. O tal vez, no haya que buscarle más pies al gato, las cosas son como son y punto, claro, que según el punto de vista del personaje que se posiciona los hechos.

Y es que se puede ser ambigüo, sugerente, lo que no resulta muy conveniente es generar un argumento rematado por el puro arbitrio, o por un simbolismo explicativo que se me escapa, discúlpese mi torpeza, aunque ya estoy cansado de que en aras a lo que dicen muchos cineastas de hacernos trabajar a los espectadores, se nos acabe dando gato por liebre.

Tiene buenas hechuras, pero insisto, naufraga al final. Ese es el mejor resumen que encuentro. Con todo, la paso por los pelos.