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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Jueves, 14 de diciembre

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Foto: Leslie Caron y Cary Grant en Operación Whisky/Father goose

-No llega a clásico, pero siempre me resulta grata de ver una de las últimas producciones de la carrera de Cary Grant, OPERACIÓN WHISKY (FATHER GOOSE):

Aprovecho para verla a altas horas de la madrugada, allá donde la noche ya ha sobrepasado con creces la hora de las brujas. Y eso que lo que veo resulta festivo y nada sórdido.

FATHER GOOSE, o sea OPERACIÓN WHISKY en España, es una buena demostración de la importancia del guion hasta en la película más tontorrona o sentimentalona a priori. Quien sepa podar adecuadamente un argumento y trasladarlo a imágenes, tiene ganado mucho respecto al resultado final. De ahí la importancia de la escritura cinematográfica, aunque a veces esta se pueda camuflar con otra variada gama de elementos de todo tipo.

En esta ocasión el quid de la cuestión se centra en un individuo alérgico a sus congéneres, en un misántropo que vive en una paradisíaca isla de los Mares del Sur y que se ve obligado a acoger a seis niños y una institutriz en plena Segunda Guerra Mundial. Ya pueden suponer que esto dará lugar a situaciones complicadas, aquí contempladas desde una perspectiva ligera, simpática y humorística.

Hollywood recompensaría este imaginativo libreto de Frank Tarloff y Peter Stone con un merecido Oscar.

Claro que si además se cuenta para el protagonista con la presencia de uno de los tres mejores actores de la historia, Cary Grant, su director tendría que haber sido un chapuzas de cuidado si hubiera arruinado este proyecto. Este constituyó el penúltimo papel para la gran pantalla del mítico actor. Además, la adorable Leslie Caron es una “partenaire” de lo más adecuada.

Ralph Nelson, el comandante en jefe para filmar esto, hizo un trabajo aséptico pero muy funcional y al servicio tanto del texto como de las estrellas. Fue este de un cineasta que gozaría de bastante crédito durante la década de los 60 y la mitad de la de los 70. Títulos como CHARLY, RÉQUIEM POR UN CAMPEÓN, LOS LIRIOS DEL VALLE, DUELO EN DIABLO, SOLDADO AZUL o LA CONSPIRACIÓN así lo avalan. Algunos de ellos galardonadas con un Oscar a sus intérpretes –Robertson, Poitier- una de sus más evidentes especialidades, la buena dirección de actores, como vuelve aquí a hacer demostración.

Pueden perfectamente pasar un muy buen y “divertido” rato, aunque ya les advierto que la película fue un considerable fracaso comercial, tal vez porque el público no aceptara esa imagen de un Cary Grant desmañado, desaliñado y hasta antipático. Otro inconveniente es su tono a veces un tanto indefinido y ecléctico, puede inclusive resultar un tanto átono.

-Qué ganas de ofrecer a los buenos aficionados de LOS JUEVES AL CINE el entretenidísimo “remake” de ASESINATO EN EL ORIENT EXPRES (MURDER ON THE ORIENT EXPRESS), a su vez adaptación de la célebre y homónima novela de la sagaz Agatha Christie:

Pese a programarla casi un mes después de su estreno la sala 11 del Parque de Ocio Las Vías vuelve a presentar un aspecto fenomenal. Casi a rebosar, más de 230 espectadores.

Es competente esta versión. Tal vez no alcance la redondez de su brillantísima antecesora de 1974 de Sidney Lumet, pero es francamente entretenida y resultona. Y aunque Branagh vuelve a tirar de ego, compone un ajustado Hércules Poirot y lleva a cabo una puesta en escena que denota estilo propio, con una utilización casi rayana en lo apabullante de tomas aéreas, de travellings (en especial ese exterior de Poirot entrando al principio al Orient Express) y de un inteligente, dinámico, cinematográfico sentido de lo teatral, definido sobre toda en algunas entradas en cuadro del protagonista.

Conste en acta también que la digitalización está alcanzando cada vez unas mayores cotas de virtuosismo y verosimilitud a la vez, como aquí se puede comprobar. Su perfección es cada vez mayor.

La acción es mínima, pues no se olvide que ya la valiosa fuente original, la novela de Agatha Christie, constituye un perfecto ejemplo de “whoodunit”, o sea, el esclarecimiento de un enigma o un rompecabezas de carácter estrictamente policíaco, de intriga vamos sin que por ello tenga que ir adornada de otra cosa que no sea la progresiva deducción.

Rara vez falla el Branagh director. Su filmografía a estas alturas de su vida ya resulta considerable, consistente y de altos vuelos. Si acaso su única pifia o gran tropezón fue aquél inaguantable “remake” de esa obra maestra que filmara Joseph L. Mankiewicz en 1972 con el título de LA HUELLA. Hasta su particular adaptación del FRANKENSTEIN “maryshelleyano” me parece apasionante.

Algo en lo que siempre es un valor seguro es en la dirección de actores. Como sucediera con la primera adaptación, su reparto es de campanillas, aunque ni mucho menos supera a aquél otro. Esta vez me gusta mucho el propio Branagh, una magnética (la que tuvo retuvo) Michelle Pfeiffer y unos impecables Judi Dench y Derek Jacobi. Penélope Cruz aporta fotogenia.

Algunos le han acachado el no haber apurado más el suspense, o el que se muestre un tanto fría o premiosa, y es posible que en algún tramo pudiera pecar ligeramente de alguno de estos defectillos, pero el resultado final es glamuroso, saludablemente escapista y de lo más atractivo en cuanto a ambientación, fotografía, diseño de interiores y banda sonora (de Patrick Doyle).

Esa composición a lo ÚLTIMA CENA resulta elocuente. Y la parrafada final de Poirot plantea dilemas morales, éticos, legales.

En varios momentos sobrevuela el espíritu de otra película de trenes esta sí del todo memorable, CONSPIRACIÓN DE SILENCIO de John Sturges, con un inolvidable Spencer Tracy haciendo de investigador manco en un villorrio perdido del Oeste.

Traquetea muy bien. Recupera aromas clásicos.