viernes, 26 de abril

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Barricada Cultural

 

Gloria y yo

por Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez

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“Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos.”

(Marguerite Durás)

 

*Historia  basada en hechos irreales.

 

“Este encuentro nunca existió, y quién sabe si existirá cuando yo haya dejado de existir, es decir en algún momento de mi no existencia, y en un lugar y en un tiempo que lógicamente no existen ni existirán.”(PRÓLOGO DE UNA HISTORIA IMPOSIBLE)

Será en un café destartalado de Madrid, claro; o con tartas, me da igual. Allí estará rimando rosa con Roma, amor con dolor y vino con vecino. Vestirá jersey blanco, tan blanco como sus canas (de las que tanto ha aprendido) y como sus calcetines, y se acordará de las bombas que caían en Madrid, y del hambre y de la perra de la guerra. Luego hablaremos de ángeles y de que no hay mayor pecado que no pecar cuando somos ángeles. Entonces me mirará alarmada porque voy demasiado peinado. Me dirá que cómo se me ocurre, ¡que vaya inmediatamente a mi casa a despeinarme!; y eso que no le gustaba ordenar, si acaso, ordeñar el diccionario.  Yo le diré que mi casa está muy lejos y que me puedo despeinar allí mismo. La convenceré y le pedirá un peine al camarero para que me despeine en el baño.

Al salir del baño completamente despeinado con la raya en mitad de ninguna parte, aún desorientado, apareceré en un barucho del suburbio. Me sentaré con la sorpresa del cambio de escenario, y con la sospecha de haber viajado en el espacio sin saberlo. Conversaremos con un lápiz afilado cada uno, y yo me deleitaré con su risa que es una gloria y con sus dos ojillos pícaros, con su voz ardua y urgente como los telegramas que escribía, esa voz capaz de detener el canto de las campanas cuando anuncian los maitines, y con las flores y las espinas que saldrán de su boca. Más que cantar contaremos cosas, y dibujaremos las palabras dentro de las servilletas de papel. Pasarán las horas y las olas, y de repente una pajarita de papel aparecerá en su pecho, y como ambos sabemos porque nos lo dijo nuestro amigo Vicente (¡qué profeta!), el tiempo de los besos habrá llegado. Y con los besos, las despedidas. Antes se disculpará, tiene que contarle un cuento a su canario Fernando, si no se desvela el pobrecito. Dos besos en la mejilla, y yo me sonrojo, me quedo solo con el silencio, más solo que la una, sin Gloria.

 

*Foto tomada de Google