Cambiamos radicalmente de temática. Dejamos atrás el glamour de la moda, los tejidos delicados y la forma de coserlos para adentrarnos en la Naturaleza más agreste, la más dura, a la vez que la más hermosa y hechizante. Paisajes increíbles donde la supervivencia se convierte en el problema fundamental de quien se atreve con ellos.

Quiero comenzar la serie con una maravillosa película dirigida en 1975 por Akira Kurosawa (en coproducción con Rusia): “Dersu Uzala”. Cuando terminé de verla, sentí que había asistido a un poema, una especie de elegía de la Naturaleza, de la amistad, de los mejores valores del ser humano. Poesía escrita con imágenes, las de ese desierto helado que es la taiga siberiana, con atardeceres blanquecinos, donde parece no existir ni vida ni calor alguno y, sin embargo, late en su interior la ayuda de unos a otros, que la hace habitable.

Está basada en la novela del mismo título escrita por Vladímir Arséniev, explorador, naturalista, cartógrafo y escritor ruso. Entre 1900 y 1930 estuvo al servicio del ejército para el que realizó hasta dieciocho expediciones, durante las cuales conocería a Dersu, un anciano cazador de la tribu de los hezhen, minoría étnica que habita a caballo entre Rusia y China. La amistad que mantuvo con él le dejaría una honda impresión y así lo describiría en su relato.

Pensando en esta narración, vinieron a mi mente dos obras que entroncan directamente con el mensaje que pretende transmitirnos. Una de ellas fue la teoría del “buen salvaje” de que habló Rousseau en su “Discurso sobre las ciencias y las artes” o el “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”. Sin entrar en mucha profundidad, él consideraba que el ser humano, en su estado más natural, era bueno y feliz, con un egoísmo no negativo que supondría un amor hacía sí, el cual no implicaría buscar el mal de los otros, hacía los que sentiría compasión. En cambio, el “hombre social” practicaría un egoísmo malsano, en busca de su propio interés en detrimento de los demás. Cultura y progreso, por tanto, no habrían traído a la sociedad más felicidad, sino que la habrían hecho más desigual, injusta e infeliz.

Es verdad que la “civilización” que aparece en la película no presenta esos rasgos negativos de una forma tan definida, pero cuando Dersu se encuentra con ella, deja de ser feliz. Y los soldados van cambiando su actitud ante las ideas del cazador, pasando de la burla al más absoluto respeto y admiración. Sin duda, desarrollan unos valores más positivos en contacto con la Naturaleza.

Otra lectura que también me vino a la mente es “Walden”, de Henry David Thoreau, un naturalista americano que, en 1845, construyó una cabaña junto al lago Walden y se fue a vivir allí durante dos años, en plena vida “salvaje”. Narró su experiencia y de ella se deduce su defensa de una existencia libre como contraste a las imposiciones de la sociedad. Reflexiona sobre lo necesario que resulta preservar la naturaleza y el planeta como la base de nuestra propia existencia. Si viera como llevamos el tema se volvería al lago... si es que aún no se ha construido allí alguna urbanización.

Dersu Uzala comparte este mensaje. Nos habla de bondad, de una sabiduría ancestral, de una relación armoniosa con animales, plantas y seres humanos. En esa época, comienzos del siglo XX, al mundo aún le quedaban por “descubrir” lugares apartados, vírgenes y llenos de misterio en los que se adentraban exploradores deseosos de conocimiento, de aventura, de alcanzar la última frontera, cada vez más alejada.

Será el siglo XIX el inicio del desarrollo de la cartografía, fundamentalmente con una utilidad militar, por lo que adquirirían gran importancia los ingenieros de los ejércitos, tal y como nos muestra el film. Mapas topográficos y datos catastrales que servirían como apoyo a las tareas de gobierno (obras públicas, transportes, agricultura, Administración). Es decir, el progreso que, para Dersu, no supondrá una vida mejor. ¿Creen que tenía razón?