jueves, 25 de abril

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Barricada Cultural

 

Pecados capitales: Envidia

por L. Mariano Carmona Rodríguez

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Muchas veces oímos o hemos usado, el concepto de envidia sana cuando es referido hacia un logro o situación por el otro que despierta en nosotros un deseo de igualar su éxito o alcanzar su estado, situación o estatus. Si este deseo supone un esfuerzo por nuestra parte sin perjudicar a terceros, la emoción está justificada e incluso servirá como motivación para hacernos mejorar. Ahora bien, esta envidia española (española por lo extendida que está en nuestra cultura), no siempre es sana y se usa como dardo envenenado hacia el otro con la intención de hacerle daño.

A niveles inconscientes, podemos afirmar que la envidia insana no es más que una tapadera de nuestros propios fracasos y que la usamos en terceros para proyectar en ellos estas frustraciones de objetivos inalcanzados. Pocos son los logros que despiertan satisfacción ajena y pocas las personas que se alegran de los éxitos del prójimo, a lo más, el silencio o la indiferencia como respuesta ante los éxitos o la felicidad externa, aunque sepamos que el silencio es una respuesta en sí. Ejemplos sobre cómo respondemos a éxitos ajenos los hay a cientos, y el futbol es uno muy elocuente de situaciones envidiables, me explico.

Nuestra selección ha alcanzado recientemente la posición más alta en cuanto a la consecución de logros, ha sido la envidia del planeta futbolístico general y todos nos hemos alegrado por los éxitos de nuestra selección. Pero esta alegría por los éxitos de un grupo de futbolistas no ha sido más que la satisfacción propia de ser uno mismo quien ha alcanzado el éxito, yo he sido campeón del Mundo de futbol, aunque no haya jugado esos partidos, es como si los hubiera jugado. Personalicemos en Casillas ese éxito, añadido además por ser el portero del Real Madrid, contrato millonario y casado con Sara Carbonero, casi nada. Lo que ha sucedido en cuanto se ha tambaleado su situación un poco era previsible, criticas sin medida ni proporción, deseos manifiestos de que su carrera se acabe, de que fracase al fin. Y no han partido de seguidores del equipo rival, que al menos tendría otra explicación si se trata de competición, parten de sus potencialmente seres queridos, supuestamente de quienes se alegran de su éxito y su felicidad. Casillas es un objetivo claro de los envidiosos malévolos, de las personas incapaces de alegrarse por la felicidad ajena que en cuanto tienen ocasión, sí que se alegran de la desdicha y se destapan abiertamente como envidiosos sin mesura, arropados por el grupo y bajo el manto protector del refranero de que “a cada cerdo le llega su San Martín”.

Cuánto mejor nos iría a todos si nos preocupáramos sólo de nosotros mismos, de esforzarnos por salir de la mediocridad en la que podamos estar sumergidos, dejarnos de envidiar a personas porque les vaya bien, alegrarnos y disfrutar del éxito ajeno y así podamos también disfrutarlo nosotros y que como poco, nos sirva de acicate para intentar mejorar en vez de desprestigiar al prójimo para tapar nuestras carencias y limitaciones. Todo pensamiento y emoción positiva, nos hará mejores personas, más alegres y más felices que al fin y al cabo, es de lo que se trata. Como dijo Napoleón, “la envidia es una declaración de inferioridad”, no te declares inferior.

 

Foto: www.mujer.com