jueves, 28 de marzo

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Barricada Cultural

 

Igualdad y equidad

por L. Mariano Carmona Rodríguez

Imprimir noticia

Mantener un estado igualitario, en una sociedad igualitaria, donde todos seamos tratados sin diferencias, por muy diferentes que seamos todos, podría ser lo más justo en una comunidad democrática, moderna, civilizada y avanzada. No distinguir entre el color de la piel o del pelo, de raza, sexo, edad, nacimiento o cualquier otra distinción que pudiera favorecer o perjudicar a alguien en un proceso selectivo, pongamos por ejemplo el acceso al trabajo, es al parecer lo más justo. Permítanme que discrepe, eso es igualdad, pero no es equidad, concepto mucho más completo y a mi entender, más justo.

La RAE define la igualdad como el “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y/o obligaciones”. Bien, se entiende.

En cuanto al término equidad, la RAE no deja claro su significado, hay que consultar la Wikipedia para entender el verdadero significado, para comprender la diferencia con el término igualdad y así la define: Tratar a todos por igual respetando y teniendo en cuenta sus diferencias. Ahora sí está claro qué es una cosa y qué es otra.

Recientemente ha aparecido un estudio realizado por la Cámara de Comercio de Barcelona donde alerta que se detecta una “nueva pobreza femenina” protagonizada por mujeres con formación que cuando llegan al mercado laboral sufren discriminación salarial con respecto a los hombres y peores condiciones laborales, situaciones que se agravan después de la maternidad. Ya de por sí acceder al mercado laboral es un sobreesfuerzo para la mujer que tiene que competir en “igualdad” con el hombre, si consigue ese ansiado puesto de trabajo, sus condiciones, sobre todo salariales, son marcadamente perjudiciales respecto a éste.

La sociedad moderna de estilo capitalista tiene muy claro quien tiene el poder y no es otro que, quien tiene el dinero. Sin necesidad de fijar la atención en las altas esferas de dicho poder, estados o grandes grupos empresariales, sino algo más cotidiano como lo es la familia media española, es el hombre quien tiene la situación de privilegio como norma habitual y es la mujer quien tiene que renunciar a esa situación para ocuparse de otras facetas de índole familiar principalmente, menos reconocidas, más ingratas para el hombre y nada remuneradas.

Esto quizás no sea tanto una batalla, la de la mujer que tiene que luchar contra un mundo altamente masculinizado con las armas de las cuales no está dotada ni posiblemente tampoco le apetezca tenerlas, como pudiera ser el “volverse” masculina para conseguir ser igual. Es más bien una labor de todos los hombres y todas las mujeres de reconocer las diferencias físicas y de valores, prioridades, inteligencia, sentimientos, capacidades y cualquier otra por mínima o insignificante que pudiera parecernos y una vez reconocidos como diferentes, conseguir la verdadera equidad entre ambos géneros. Entonces será cuando la igualdad se habrá convertido en equidad pero mientras tanto, no debemos perder de vista la perspectiva de género y tratar las diferencias con equidad para conseguir la auténtica igualdad.